Henry Dunant Convicciones Religiosas

Las convicciones religiosas de Henry Dunant, fundador del CICR

Henry Dunant es un personaje histórico famoso, conocido principalmente por haber sido uno de los fundadores del Movimiento de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, el promotor del primer Convenio de Ginebra de 1864 y la primera persona en recibir el Premio Nobel de la Paz, en 1901. Su vida tumultuosa y llena de paradojas estuvo profundamente influenciada por su fe cristiana. Este artículo apunta a destacar este aspecto de su vida y expone el hipotético peso de la fe de Dunant en la creación de la Cruz Roja. Resume el contenido de un capítulo recientemente publicado en un libro dedicado a las fracturas del protestantismo en el oeste de Suiza durante el siglo XIX.
Artículo 20 septiembre 2021

Juventud, fe y compromiso cristiano

Nacido en 1828 y criado en Ginebra, Henry Dunant creció en una familia cristiana, por no decir calvinista. Su tía Sofía se hizo cargo de su educación religiosa por fuera de la iglesia protestante oficial de Ginebra. La familia Dunant formaba parte del denominado "Réveil" (el "Despertar"), un movimiento que se proponía restablecer el protestantismo puro. El joven Dunant se vio profundamente influenciado por varios clérigos locales y por los principios más importantes del movimiento Despertar: la lectura de la Biblia, el milenarismo, el proselitismo y la caridad activa; los buenos cristianos debían comprometerse con las actividades benéficas. Este entorno tuvo un papel prominente en el desarrollo de su fe y de su compromiso con la caridad.

Cuando Dunant alcanzó la edad adulta, las ideas de Despertar se pusieron de manifiesto en muchas de sus actividades. En el verano de 1847, Dunant hizo un viaje por los Alpes con tres amigos. Inspirados por esta actividad, decidieron fundar la "Asociación de los jueves" (o "Lecturas de los jueves"), una reunión semanal para jóvenes ginebrinos, donde socializaban y analizaban la Biblia. En ese mismo año, varios personajes importantes establecieron una filial local de la Alianza Evangélica. Henry Dunant fue su secretario de 1851 a 1859.

En 1844, se fundó en Londres la primera Asociación Cristiana de Jóvenes (YMCA). En 1852, Henry Dunant contribuyó a la creación del capítulo de la YMCA en Ginebra. Como secretario y corresponsal de la nueva organización, dedicó mucha energía a reclutar miembros nuevos y a promover la YMCA en toda Europa. Sus viajes y esfuerzos en favor de la creación de redes dieron sus frutos cuando logró convencer al capítulo de París de que organizara la primera Conferencia Mundial de la YMCA en 1855. En esa oportunidad, los delegados decidieron unir sus fuerzas en una federación, la Alianza Mundial de YMCA.

Estas diferentes iniciativas ilustran el compromiso evangélico y la caridad activa de Dunant. Muchos lo consideran una figura prominente en la historia de la YMCA. Sin embargo, la secuencia de acontecimientos que finalmente condujo a la creación de la Cruz Roja no estuvo directamente relacionada con la religión.

Solferino

El 24 de junio de 1859, Henry Dunant se encontraba en el norte de Italia, donde pretendía reunirse con el emperador Napoleón III para discutir ciertos asuntos relacionados con el negocio que Dunant tenía en Argelia. Ese mismo día, las tropas francesas y las austríacas libraron la famosa batalla de Solferino, uno de los enfrentamientos más sangrientos del siglo XIX, que dejó un saldo de más de 40 000 personas heridas, muertas o desaparecidas. Dunant no pudo reunirse con Napoleón III y probablemente llegó después de la batalla, pero fue testigo de sus horrendas consecuencias, con miles de soldados heridos y moribundos a quienes nadie atendía ni ayudaba. Conmocionado por tanto horror y sufrimiento, pasó varios días en la pequeña ciudad de Castiglione, donde ayudó a la población local a cuidar de las víctimas de la batalla.

En los meses siguientes, la traumática experiencia que había vivido siguió atormentando a Dunant. Decidió volcar sus sentimientos en un libro que publicó en 1862, Recuerdo de Solferino. El libro presentaba dos ideas innovadoras:

1) "¿No se podría, en tiempo de paz y tranquilidad, fundar sociedades de socorro cuya finalidad sea prestar o hacer que se preste, en tiempo de guerra, asistencia a los heridos mediante voluntarios diligentes, abnegados y plenamente capacitados?

2) "Algún principio internacional, sancionado por una Convención de carácter intachable, que, una vez acordado y ratificado, pueda servir de base a las sociedades de socorro para los heridos".

El libro tuvo un éxito enorme e inmediato en toda Europa y las propuestas de Dunant despertaron el interés de ciertas personalidades de Ginebra. El 17 de febrero de 1863, con los auspicios de una sociedad filantrópica ginebrina, los cinco miembros fundadores del CICR se reunieron por primera vez. En octubre del mismo año, organizaron una conferencia internacional que dio lugar a la creación del Movimiento de la Cruz Roja, que más adelante incluyó también a la Media Luna Roja. Pocos meses después, el 22 de agosto de 1864, en una conferencia diplomática convocada por Suiza, se firmó el primer Convenio de Ginebra para el mejoramiento de la suerte que corren los militares heridos en los ejércitos en campaña. En menos de cinco años después de la traumática experiencia de Solferino, Dunant y los otros fundadores del CICR habían logrado establecer lo que se transformaría en el movimiento humanitario más importante del mundo y sentar los primeros cimientos del actual derecho internacional humanitario (DIH).

El papel de la fe religiosa en la creación del CICR

Como dice en Recuerdo de Solferino, Dunant se planteó el objetivo de resolver "una cuestión de inmensa importancia para el mundo, desde el doble punto de vista de la humanidad y del cristianismo". La influencia de su fe en la creación de la Cruz Roja se manifiesta claramente. Su compromiso y sus esfuerzos se integran perfectamente en su visión de las actividades caritativas, forjada por el Despertar. Pero ¿la fe también influyó en los otros cuatro fundadores del CICR?

Gustave Moynier, a menudo considerado el cofundador del CICR y presidente de la organización por más de cuatro décadas, provenía de una rica familia protestante que adhería al Despertar. Su padre fundó la Unión Protestante de Ginebra, cuyo objetivo era defender la fe contra la "invasión" de los católicos en Ginebra, y el propio Moynier publicó una biografía del apóstol Pablo y varios artículos en revistas cristianas. El Dr. Louis Appia era hijo de un clérigo y también se vio profundamente influenciado por el Despertar. El Dr. Théodore Maunoir era miembro de la Unión Protestante, y el general Guillaume Henri Dufour, el primer presidente del CICR, era miembro de la iglesia protestante.

Tanto Dunant como Moynier, Dufour, Appia y Maunoir formaban parte de la pequeña elite burguesa conservadora de Ginebra. Expulsados del poder por la política radical local, la religión era uno de los pocos refugios restantes que les permitían preservar sus valores y su cohesión ideológica. Los historiadores coinciden en que la fe, especialmente la predicada por el Despertar, desempeñó un papel prominente en la creación de la Cruz Roja. Los fundadores actuaban como cristianos protestantes, inspirados por la necesidad de vivir de acuerdo con una fe religiosa personal sincera y con un fuerte compromiso hacia los ideales de la caridad.

Sin embargo, el cristianismo fue solo uno de varios factores que explican su compromiso con el proyecto de la Cruz Roja. Sin duda, su homogeneidad social y las redes sociales preexistentes facilitaron su colaboración, mientras que las ambiciones personales de Dunant y de Moynier en particular también explican, en parte, la energía que le dedicaron. Ambos querían dejar su marca en el mundo. Claro que la casualidad también intervino en el proyecto, y quizás Dunant nunca hubiera concebido su asombrosa idea si no hubiese tenido un negocio en Argelia o si hubiese llegado a Solferino unos días antes o después.

Conclusión: una idea inspirada por la fe, pero secular en su concreción

Si bien las creencias cristianas inspiraron e influyeron en la creación del CICR, del Movimiento de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja y de los Convenios de Ginebra, su concreción fue, sin embargo, secular y no confesional. El Convenio de Ginebra de 1864 consagró la protección de todos los heridos y del personal médico, cualquiera fuese su afiliación, y los conceptos de imparcialidad y de neutralidad siguen definiendo al Movimiento, el cual en ninguna circunstancia puede tomar partido en las hostilidades.

Con todo, Dunant y los otros fundadores del CICR tenían una visión universalista; deseaban que la Cruz Roja fuese tan amplia y universal como fuese posible, pero sabían que el desarrollo y el éxito del Movimiento de la Cruz Roja solo podían lograrse sobre una base secular. En definitiva, fue una decisión inteligente y la historia les dio la razón. En poco tiempo, la Cruz Roja comenzó a actuar en conflictos en países que no eran cristianos, incluso en aquellos donde la religión era una cuestión problemática. La creación de la Media Luna Roja, a finales del siglo XIX, es solo uno de tantos ejemplos de la adaptación del Movimiento a las necesidades y de su carácter no confesional.

Esto no significa que las religiones no hayan estado conectadas con el desarrollo del Movimiento. Desde el siglo XIX, el CICR viene destacando la universalidad de los valores de la Cruz Roja mediante el análisis de sus convergencias con tradiciones religiosas como el islamismo, el hinduismo y el budismo. No cabe duda de que la fe personal inspiró a muchas generaciones de empleados y voluntarios de las Sociedades Nacionales de la Cruz Roja y la Media Luna Roja en su labor. Sin embargo, su fe y sus creencias permanecieron ancladas en sus vidas privadas, y el Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja no actúa en nombre de ninguna divinidad, sino en nombre de la humanidad.

Indudablemente, Henry Dunant fue un cristiano protestante comprometido, influenciado por la fe del Despertar y la de sus ancestros. La religión desempeñó un papel importante en su vida e inspiró su anhelo de dedicarse a las actividades benéficas. Si bien, tras muchos fracasos y años de sufrimiento, su fe personal evolucionó hacia el milenarismo y el misticismo, resulta paradójico que su mayor logro, la revolución que hizo de él un personaje histórico, haya sido secular.

***

Autor:

Cédric Cotter es investigador en el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR). Entre 2009 y 2012, trabajó para el CICR, donde ocupó diversos puestos en la sede. A continuación, se incorporó a la Universidad de Ginebra como investigador asociado, cargo que desempeñó desde 2012 hasta 2016. Es autor de unas 20 publicaciones sobre diversos temas relacionados con la historia de la acción humanitaria, la Primera Guerra Mundial y el derecho internacional humanitario. Cédric Cotter es titular de un doctorado en historia por la Universidad de Ginebra.

Artículo publicado originalmente en nuestro blog Humanitarian Law & Policy.