Alberto Cairo, director del programa de ortopedia del CICR en Afganistán, en su oficina en el centro ortopédico Ali Abad en Kabul.

En medio de la transición en Afganistán, los centros ortopédicos del CICR siguen prestando asistencia

Artículo 31 agosto 2021 Afganistán

Las cicatrices de una guerra pueden durar toda la vida. Para una persona que ha perdido una extremidad a causa de una explosión o de una bala, una prótesis de brazo o pierna que funcione correctamente significa muchas más capacidades. Los niños y las niñas con deformidades congénitas o parálisis cerebral pueden necesitar atención especializada de por vida.

Alberto Cairo, director del programa de ortopedia del CICR en Afganistán, continúa supervisando los siete centros ortopédicos del CICR en una época de cambio y transición en el país. El centro más grande del programa, en Kabul, se encuentra abierto, pero funciona con una capacidad limitada.

Si nos retiramos, ¿quién se queda? Se supone que debemos trabajar en lugares en guerra.

Alberto Cairo, director del programa de ortopedia del CICR en Afganistán

"Acuden pacientes al centro, y estamos haciendo algunos trabajos, todos los servicios que no pueden aplazarse", dijo el Dr. Cairo. "Por ejemplo, si un niño acude al centro porque necesita que le quiten o le renueven el yeso del pie, no esperamos, hacemos el trabajo. Los pies de los jóvenes siguen creciendo".

Las prótesis de pierna que el CICR proporciona a las personas necesitadas son resistentes y duraderas. Pero incluso estos modelos simples y eficientes pueden necesitar reparaciones. El Dr. Cairo dijo que, en estos tiempos de incertidumbre y con menos personal trabajando, su equipo hace lo mejor posible. "Reparamos un gran número de dispositivos y, cuando ya no pueden repararse, fabricamos otros nuevos", señaló.

El cometido del CICR es atender a las víctimas de guerra, sin importar a qué parte en el conflicto pertenecen. Durante este período de cambio en Kabul, el Dr. Cairo y su equipo atienden a pacientes que provienen del lado de los talibanes. "Acuden a nosotros y piden servicios de atención. A algunas de estas personas las conocemos desde hace muchos años; otras son nuevas", señaló el Dr. Cairo.

El proyecto de ortopedia del CICR comenzó en 1988 en Kabul y ha crecido significativamente. Desde entonces, se han registrado alrededor de 210 000 pacientes con discapacidades físicas; al menos 150 000 reciben tratamiento en uno de los siete centros por año.

Alrededor de una cuarta parte de los pacientes son amputados –en su mayoría víctimas de minas y restos explosivos de guerra–, mientras que el resto incluye personas que padecen poliomielitis, lesiones en la columna vertebral, deformidades congénitas y parálisis cerebral, y víctimas de accidentes, entre otros. La mayoría de estas personas necesita tratamiento por muchos años, a menudo por el resto de sus vidas.

Uno de los últimos domingos de agosto en Kabul, el personal del centro ortopédico atendió a unos 300 pacientes, la mitad de lo que podría atender un día normal. El Dr. Cairo dijo que sabe que la cantidad de pacientes aumentará las próximas semanas.

"La situación en Afganistán sigue siendo inestable. El número de pacientes que acuden a nosotros es reducido, pero también lo es el de nuestro personal. Ambas cantidades aumentarán progresivamente en un futuro cercano, según la situación", dijo el Dr. Cairo.

El Comité Internacional de la Cruz Roja ha estado presente en Afganistán desde 1987 y mantendrá su presencia para ayudar a quienes lo necesitan. Como dijo recientemente el Dr. Cairo a la BBC: "Si nos retiramos, ¿quién se queda? Se supone que debemos trabajar en lugares en guerra".

"Espero que la comunidad internacional no pierda de vista al país, porque el abandono es uno de los sentimientos más terribles que se pueden tener", expresó el Dr. Cairo.