Tejer Memoria: Consuelo Dorantes, Mario y Dora Azmitia Dorantes y Mario Azmitia
En septiembre de 1981 la familia Azmitia Dorantes vivió cuatro días de angustia por la desaparición consecutiva de Mario Federico, de 22 años, el día 19; de su hermana Dora Clemencia, quien tenía 23 años y estaba embarazada, el día 21; y de su padre José Mario, de 51 años, el día 22. Los hechos ocurrieron en Guatemala durante el contexto del conflicto armado interno, que duró más de tres décadas. La vida de Irma Consuelo Dorantes, madre y esposa, respectivamente, y de sus hermanos e hijos Graciela y Juan José cambió para siempre, teniendo que huir de su país.
Conocida cariñosamente como doña Cony, falleció en 2003 sin saber el paradero de sus familiares. Tras la desaparición, se deterioró su salud y a los 67 años su corazón, frustrado y hecho pedazos por la ausencia, no aguantó más. Hoy el legado de su amor y de su búsqueda incansable sigue vivo en Graciela y Juan José, que la recuerdan como una mujer alegre, fuerte y resiliente.
La familia logró trasladarse a México, donde reconstruyó su vida. A pesar de la distancia y la profunda tristeza que le invadía, Cony continuó con la búsqueda. Años más tarde, Graciela asumió el liderazgo, regresó a Guatemala y tras un largo proceso llevó su caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
Este acto de reparación y verdad dio tranquilidad a doña Cony, permitiéndole hablar abiertamente sobre el caso, respaldando a otras madres y familiares de personas desaparecidas; y en Graciela y Juan José reforzó la esperanza de tener noticias de sus seres queridos.
“En ningún momento se han cerrado las heridas, siguen abiertas. Pero como familiares de desaparecidos tenemos que hablarlo, porque si no, se va a repetir. También tenemos que mantener el legado que nos dejaron”. Graciela Azmitia
