Tejer Memoria: Lupita Rodríguez y Josué Molina

Josué Molina fue víctima de desaparición en Chilpancingo, Guerrero, en 2014. Desde ese momento, su madre, María Guadalupe Rodríguez Narciso, conocida como Lupita, emprendió una incansable búsqueda de justicia que duró hasta su fallecimiento en agosto de 2021 a la edad de 67 años, a causa de complicaciones relacionadas con la COVID-19.

Sostenida por la esperanza, volcó su vida a la búsqueda de Josué: recorrió los campos y las montañas de Guerrero, rascó la tierra, hizo huelgas, viajó constantemente para exigir justicia a las autoridades y pasó horas revisando expedientes junto a sus compañeras del Colectivo Padres y Familiares de Desaparecidos, Secuestrados y Asesinados de Guerrero, que ella misma fundó. Nunca quiso involucrar al resto de su familia en las actividades del colectivo porque lo consideraba peligroso y quería protegerlos; y luchó lo más que pudo a pesar del dolor y de su delicada condición física. Su partida dejó una gran pena en las integrantes del colectivo, pues Lupita fue la guía y pilar emocional para muchas familias que atravesaban el mismo dolor que ella.

Carlos Molina, su hijo; Atanacio Molina Agustín, su esposo; Betty Rivera, su amiga; Esmeralda Navarrete, su nuera, junto con otros miembros del Colectivo Lupita Rodríguez –que renombraron en su honor tras su fallecimiento– continúan con la labor que ella inició en Guerrero, uno de los estados históricamente más dañados por la desaparición y que aún hoy sigue careciendo de una ley local que proteja a las víctimas.

“Una vez enferma, ella siempre se mantuvo con ánimos, sabía que tenía una misión que tenía que concluir, que era precisamente encontrar a mi hermano. Ella decía: mi hijo está vivo, mi hijo está vivo y lo voy a encontrar vivo”. Carlos Molina, hermano de Josué, hijo de Lupita