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Cambio climático en Malí: “Perforamos a gran profundidad, pero no encontramos nada”

Malí, al igual que otros países del Sahel, padece un conflicto armado cuyas consecuencias se ven agravadas por los efectos del cambio climático. Si bien la población ha demostrado una resiliencia fuera de lo común, su vulnerabilidad, cada vez mayor, es preocupante. Mientras se espera que la comunidad internacional reunida en la cumbre de la COP27 tome medidas para cumplir sus compromisos con los países afectados, la situación empeora, como ocurre en la región norte de Malí.

Ese día de octubre de 2022 no era uno más para los trescientos habitantes del poblado de Tin Tanzan. Para esos ganaderos y sus familias, terminaría una época en la que debían hacer frente a la inseguridad y al clima para abastecerse de agua en pozos negros y pequeños wadis [cursos de agua temporal de las regiones secas, principalmente en el Sahara] lejos de sus casas. A partir de ahora, iban a tener agua a su alcance. Era lo mínimo que esperaban.

Pero, lamentablemente, el entusiasmo duró muy poco. Pese a que los estudios geofísicos habían señalado la presencia de agua en el subsuelo, el equipo de ingenieros del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) comprobó que no era posible obtener nada allí y la perforación fue en vano. Papa Amadou Gueye, del equipo del CICR, está decepcionado:

Perforamos a gran profundidad, pero no encontramos nada. Vemos a una población que espera tener agua gracias a la perforación, ya que del agua dependen sus actividades y su supervivencia. Pero el subsuelo está demasiado seco para dar algo que sirva. Es muy frustrante y preocupante.

Se multiplican las perforaciones con resultados negativos

Dos tercios de la superficie de Malí son totalmente desérticos. Los efectos del cambio climático, que implican, principalmente, una disminución de las precipitaciones, el avance del desierto o, incluso, la pérdida de medios de subsistencia de las poblaciones, se hacen sentir intensamente.

En el norte del país, las poblaciones más afectadas son las más vulnerables. A pesar de los esfuerzos desplegados, cada vez es más frecuente que los primeros intentos de perforación terminen fracasando.

Papa Amadou Gueye agrega: "Desde hace años, las lluvias son escasas y la recarga de la napa freática se vuelve problemática, sobre todo porque, en algunas zonas, está sobreexplotada. La calidad del agua también se ve afectada. Con frecuencia, se registra una fuerte concentración de nitrato de sodio en el suelo. Esta concentración se regularía directamente con las precipitaciones habituales. Pero, como son escasas, el agua se vuelve no apta para el consumo."

El poblado de Zig Zig enfrenta ese problema. Al efectuar la prueba química, el equipo del CICR se percató de que la calidad del agua no cumplía los estándares de la Organización Mundial de la Salud (OMS). No es apta para el consumo humano. Ante este tipo de situaciones, la población no tiene muchas opciones: o utiliza esta agua para el ganado y para el riego de los cultivos —y sigue buscando agua potable en los poblados vecinos—, o se desplaza en busca de una tierra menos árida.

En Malí, cada día, miles de mujeres y niños caminan varios kilómetros para procurarse agua. El recorrido es peligroso, expone a riesgos de agresión, de explosión de artefactos improvisados o, incluso, de atraco.

Y cuando se trata de partir en búsqueda de otra tierra, el viaje puede implicar los mismos riesgos, debido a la inseguridad. Los caminos son peligrosos y nadie tiene la certeza de llegar a destino a salvo o conservando el ganado. Y nada garantiza que sea posible encontrar agua en otro lugar.

Birom Seck / CICR

Escuela invadida por la arena en la región de Tombuctú.

Cuanto más avanza la arena, mayores son los peligros

El avance del desierto es otra consecuencia de la escasez del agua. La alimentación insuficiente de la napa y una importante evaporación de las aguas superficiales fomentan la desecación del suelo. Los árboles mueren y las dunas reemplazan la vegetación.

En 2021, la sequía hizo caer la producción de cereales en un 10,5 % en Malí, lo que comprometió los medios de subsistencia de más de tres millones de personas. Numerosas superficies hortofrutícolas quedan abandonadas, los campos de pastoreo se reducen, los edificios y viviendas desaparecen en la arena y los pescadores deben abandonar lagos desecados.

La deforestación, que se agravó en los últimos años, también tiene un origen humano. Se talan los árboles para transformarlos en carbón, que, al venderse, permite generar un ingreso cuando la ganadería y la agricultura ya no alcanzan para sobrevivir.

Agua para todos gracias a la energía solar

Frente a estos trastornos ambientales, el CICR adapta sus programas y sus técnicas para apoyar a la población afectada y fortalecer su resiliencia.

Esta adaptación consiste en poner a disposición de las comunidades puntos de agua suplementarios, como pozos de gran diámetro, y también presas que sirven para almacenar las aguas de escorrentía en los wadis.

Cuando el equipo de ingenieros se encuentra ante perforaciones con resultados negativos, sigue investigando, pese a todo, hasta poder hallar agua. Felizmente para la población de Tin Tanzan, el tercer intento resultó fructífero: el agua brotó, al fin, a diez kilómetros de la primera perforación. Para la dicha de todos, las instalaciones construidas funcionan con energía solar, que limita la emisión de gas con efecto invernadero.

El CICR también establece comités de gestión de puntos de agua y forma técnicos de mantenimiento locales, para garantizar el uso correcto de esa infraestructura y su viabilidad a largo plazo.

El poblado de Innabel se enfrentaba a una grave escasez de agua hasta que se instaló un depósito elevado. Fati Walet, una habitante del poblado, cuenta con una gran sonrisa:

Estamos felices de tener este tanque. Antes, nos íbamos de casa a las cinco de la mañana para buscar charcas lejanas. Volvíamos alrededor del mediodía para seguir con las demás tareas del hogar. Ahora, desayunamos con nuestros hijos y tenemos acceso al agua a menos de quince minutos a pie. Ya no corremos riesgos para buscar agua en otro lugar. Es una gran dicha.

Estos distintos sistemas hidráulicos permiten beber, cocinar y dar de beber a los animales, pero también ejercer e incrementar las actividades hortofrutícolas con fines comerciales.

CICR

Sistema hidráulico con carga solar en Kidal.

Fijar las dunas para proteger a las comunidades

El CICR, en colaboración con las comunidades, también trabaja en la fijación de las dunas.

Esta acción de lucha contra el enarenamiento no solo tiene como fin proteger los medios de subsistencia, las viviendas y la infraestructura (escuelas, centros de salud, zonas de pastoreo, tierras agrícolas, etc.), sino también mejorar los ingresos de las familias más vulnerables, que realizan esta actividad a cambio de una compensación económica. Ese dinero les sirve para satisfacer necesidades básicas, principalmente, alimentarse, pagar las cargas sociales, agropastoriles, de salud o, incluso, devolver un préstamo.

Sidi Abdoulaye Zeida, responsable de proyectos del CICR, explica las dos técnicas de fijación de dunas: "El objetivo es frenar el movimiento de la arena. Se puede utilizar la fijación mecánica, que consiste en levantar empalizadas con las ramas secas de un arbusto común llamado leptadenia pyrotechnica, dispuestas en forma de cuadrado. Así, la vegetación puede recuperar terreno en esos espacios." La segunda técnica es la fijación biológica, mediante la plantación de setos vivos. "Plantamos árboles o hierbas en fila en las dunas. Casi siempre utilizamos nimbos de la India, mezquites y euphorbias", agrega.

CICR

Técnica de fijación de dunas en Tombuctú.

Acción climática ahora

Estas nuevas prácticas, innovadoras y respetuosas del medio ambiente, no son las únicas que el CICR lleva a cabo junto con la Cruz Roja Maliense y otros socios. También están la producción hidropónica de forraje o, incluso, la inseminación bovina, con miras a mejorar la productividad, y todo con la finalidad de fortalecer la autonomía de la población preservando su medio ambiente debilitado.

Pero queda mucho por hacer.

"De los veinticinco países más vulnerables al cambio climático, catorce también son víctimas de un conflicto", señala Antoine Grand, jefe del CICR en Malí. "Lamentablemente, varios países del Sahel, incluido Malí, figuran en esta triste lista."

Para él, es vital que los actores locales, nacionales e internacionales trabajen juntos en el fortalecimiento de la resiliencia de las poblaciones.

Actualmente, algunas comunidades ya no pueden contar con sus mecanismos de adaptación tradicionales, afectados por la acción combinada del conflicto y el cambio climático. En ese sentido, es imperioso que los dirigentes mundiales reunidos en la COP27 tomen medidas y asuman compromisos concretos para acercar lo más posible la acción climática a las comunidades más vulnerables, como las de Malí.