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Colombia: un puente para volver a estudiar

"En 2013 decidí ir más cerca del lugar donde vivían los niños, para evitarles el problema de los caminos. Duré dos años enseñando en la casa de la madre de uno de los estudiantes, para que los niños no tuvieran que caminar tanto para buscar un cruce seguro y llegar a la escuela". Así explica Jacksy Palacios, profesora de la vereda Balsora, en Putumayo, región amazónica de Colombia, las dificultades de ser maestra en una zona afectada por contaminación por armas.

En Balsora, el temor por la contaminación por armas impedía a los niños ir a la escuela, pues debían atravesar zonas de riesgo o cruzar un río conocido como el Caño Piñuña Negro, utilizando un precario puente que también representaba un riesgo para su seguridad. Además de ser una causa importante de deserción escolar y de temor generalizado entre las familias, este fenómeno también limitaba el acceso de los pobladores de la región a sus cultivos, ocasionaba la muerte del ganado e impactaba negativamente los ingresos de los habitantes.

Los habitantes de la vereda Balsora no contaban con un puente seguro para cruzar el Caño Piñuña Negro. ©CICR/Rodrigo Marlés Osorio

Con la rehabilitación, por el CICR, del puente sobre el Caño Piñuña Negro, después de dos años, los alumnos y la profesora pudieron volver a la escuela y unas 379 familias de Balsora y de otras 11 veredas pudieron transitar de manera más segura para trasladar sus cultivos o ganado de una orilla a otra del río.

Sin temor a cruzar el río

Jacksy Palacios, quien ha dedicado toda su vida a la docencia en esta región, todavía se acuerda de que, antes de que el CICR rehabilitara el puente, “había uno de madera en mal estado. Los estudiantes y la población con sus animales no podían transportarse de un lado a otro del caño, pasaban trabajo, tenían que dar una vuelta muy lejos”.

“Cuando crecía el caño, era más complicado para los estudiantes. Algunos padres tenían botes con motor pero muchas veces no había gasolina y los niños no podían venir a estudiar. También tenían problemas de seguridad”, agregó Palacios.

Jacksy, que se resiste a abandonar la región a pesar de las dificultades y peligros del conflicto armado para sus habitantes, se alegra de que “al construir el puente, es más fácil para los niños llegar a la escuela. Hay espacio para trabajar con ellos. No es lo mismo estar en una casa que en un aula de clase, donde está el tablero y todo el espacio adecuado”. Ahora sí es posible -afirma la profesora, convencida- que todos los niños de Balsora puedan tener educación.  

A partir de este año, la escuela de la vereda Balsora  pudo volver a cumplir su misión: ser el espacio adecuado para la educación y la recreación de los niños de la zona. ©CICR/Andrés Monroy

Acción del CICR

  • Durante el 2014, 11.500 personas, de las cuales 1.700 en zonas urbanas, aprendieron cómo reducir los riesgos derivados de la contaminación por armas, gracias a capacitaciones del CICR y la Cruz Roja Colombiana sobre comportamientos seguros.
  • Ocho proyectos de infraestructura realizados durante 2014, que incluyen instalaciones escolares, sistemas de abastecimiento de agua y un puente, posibilitaron el acceso a educación y a agua de calidad y, en general,  mejoraron las condiciones de vida de poblaciones afectadas por contaminación por armas. En estos proyectos es importante el diálogo confidencial del CICR con las comunidades y las distintas partes del conflicto.
  • Unos 200 sobrevivientes de accidentes por contaminación por armas y los familiares de personas fallecidas recibieron orientación sobre sus derechos y el acceso a la reparación, para acceder a la ruta de atención estatal.
  • Gracias al CICR, cerca de 1.800 sobrevivientes de accidentes por contaminación por armas recibieron orientación, acompañamiento, apoyo económico y atención médica.

Con este puente se reduce el riesgo por contaminación por armas para los habitantes de la región. ©CICR/Andrés Monroy

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