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Día Mundial de la Cruz Roja en Venezuela: una fuerza imparable en beneficio de quienes más lo necesitan

Todos los días, cada una de las personas que forman parte del Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja -y sobre todo los voluntarios- trabajan sin descanso para aliviar el sufrimiento de quienes atraviesan momentos muy difíciles en sus vidas, como crisis, situaciones de violencia y desastres naturales. Para celebrar el Día Mundial de la Cruz Roja que se conmemora cada 8 de mayo, nuestra colega Irina Martinez nos cuenta lo que para ella significa compartir junto a los voluntarios de la Cruz Roja de cada uno de los países en los que ha trabajado, y en especial, los de la Cruz Roja Venezolana, quienes ocupan un lugar especial en su corazón.

Cuando se cumple un nuevo aniversario del Día Mundial de la Cruz Roja, cientos de imágenes se agolpan en mi mente como recuerdos imborrables del trabajo silencioso de tantas personas a las que admiro profundamente. Tuve la suerte de trabajar junto a ellos, los voluntarios, en diferentes países. Fue un privilegio acompañarlos en su andar. Vi de cerca su compromiso con los más necesitados y su accionar humanitario, su voluntad, su dedicación.

Recuerdo una mañana cómo el sol nos pegaba en el rostro, casi derritiendo nuestra piel. Yo me encontraba allí, sonriendo, rodeada de una decena de voluntarios de la Cruz Roja, organizando a una comunidad del Lago Chad para vacunar a su ganado, único medio de subsistencia para la población. Caminábamos de un lado a otro esquivando cabras, camellos y vacas; amarrando cuerdas y entregando boletas con un número. Los voluntarios, tan diligentes como siempre, dando instrucciones en su idioma local. Yo tan a gusto de trabajar con ellos y de nutrirme de su energía.

Y aquel día en Rakhine (Myanmar), cuando llegamos temprano a una escuela dispuesta como albergue para desplazados por la violencia entre grupos armados. Saltamos de los vehículos y rápidamente armamos una cadena humana entre colegas CICR y voluntarios de la Cruz Roja para descargar los dos camiones repletos de kits de higiene. Hacía un calor pegajoso, difícil de soportar. En cuanto completamos la descarga, los voluntarios se sentaron en un gran salón de clases y llamaron a las personas por su nombre para hacer entrega de los kits. El día se hizo largo y aunque no pudimos regresar a la hora planeada debido a enfrentamientos en la vía, nuestros ojos no pudieron esconder la satisfacción por el deber cumplido.

Mis imágenes más recientes son de Venezuela. Veo cómo un voluntario se aferra firmemente de la manija de un camión mientras el viento hace ondear su peto estampado con la Cruz Roja. Se viene a mi cabeza la idea de un super héroe con capa, dirigiéndose al lugar donde lo necesitan. Y así es. Buscamos agua potable a ser distribuida en los albergues para quienes regresaron al país en plena pandemia. Los voluntarios ejecutan su rutina como una orquesta sinfónica perfectamente coordinada: uno lava los tanques, el otro se encarga del agua, una amarra con fuerza las cuerdas y otro dirige. En menos de lo esperado, estamos transportando 8.000 litros de agua. Cuando llegamos al primer albergue, la gente se asoma sonriendo al tiempo que los voluntarios se ponen su equipo de protección: botas, bata, guantes, lentes y mascarilla. No sé cómo lo soportan bajo un sol ardiente y una temperatura que seguro sobrepasa los treinta y cinco grados. Y así continúan hasta distribuir agua en nueve albergues más. El día termina y yo me siento extenuada, pero ellos cierran la tarde con sonrisas y miradas de alegría, preparados para continuar su labor al día siguiente.

En tantos años trabajando a su lado, aún no he podido entender esa fuerza increíble que los mueve. Todavía me asombra verlos en formaciones intensas durante los fines de semana, cuando bien podrían estar descansando en sus casas. Los voluntarios son la razón de ser de mi trabajo porque son multiplicadores de acciones en beneficio de quienes más lo necesitan. Son los dueños de los pequeños milagros humanitarios que veo cuando trabajo cerca de ellos, por eso he llegado a creer que están hechos de una masa especial, una que no se derrite con el sol ni se diluye con el agua. Ellos son el corazón de este Movimiento.