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45.000 minutos de esperanza no bastan

Por Martienus De Boer, jefe adjunto de la Delegación Regional del CICR para México y América Central.

El año 2018 permanecerá en la memoria de muchos como aquel en que miles de migrantes abandonaron sus países en caravanas y cruzaron Centroamérica y México rumbo a Estados Unidos. Para el CICR y la Cruz Roja Mexicana fue un año de intensa actividad en materia de respuesta a las necesidades humanitarias de esa marea humana en movimiento. También fue el año en que regalamos 45.000 minutos de felicidad a través de las llamadas telefónicas gratuitas de tres minutos ofrecidas por nuestro programa de Restablecimiento del contacto entre familiares (RCF).

Voluntarios de la Cruz Roja Mexicana y personal del CICR se distribuyeron por varias ciudades del país para cubrir una de las muchas necesidades básicas que tienen las personas migrantes en caravanas: la de estar en contacto con sus familiares y seres queridos cuando están inmersos en procesos migratorios.

En enero de 2019 visité Ciudad Hidalgo (Chiapas) y pasé dos días junto a muchos de esos migrantes. Les ofrecí un teléfono móvil para llamar a casa, un gesto simple y fácil, pero vital para ellos y sus familiares. Poder hablar un momento, dar las últimas noticias a alguien que quedó atrás y reducir así la incertidumbre genera un bienestar psicológico recíproco. Facilitamos más de 15.000 llamadas para migrantes en caravanas en el último trimestre del año 2018 y 100.000 durante todo año en 62 puntos móviles o en albergues para migrantes en general. 

Sin ánimo de promover ni de desalentar la migración, el CICR ofrece el programa RCF a las personas que transitan a lo largo de las rutas migratorias de todo el mundo, no solo en México y Centroamérica. El programa facilita la ubicación de cualquiera de ellas en una situación imprevista o de emergencia y, muy importante, ayuda a prevenir las desapariciones.

Los flujos migratorios en México cambian constantemente, pero no las necesidades de los migrantes de ser tratados con dignidad, de acceder a los servicios de salud, a un alojamiento seguro y de que las instituciones prevengan y reaccionen ante el uso excesivo de la fuerza ejercido contra ellos por servidores públicos o abusos por otros actores armados al margen de la ley.

Nuestra labor también procura mitigar algunas de las consecuencias humanitarias de esa violencia ejercida contra los migrantes, quienes suelen ser objeto de xenofobia y discriminación, y hacer lo posible para que se reduzca su vulnerabilidad, especialmente cuando se trata de mujeres. Observamos también una cantidad creciente de niños, niñas y adolescentes migrantes no acompañados en las rutas, expuestos a un riesgo cada vez mayor de violaciones a sus derechos y de traumas psicológicos que pueden desbaratar su futuro.

Migrante madre

Yesi viajó en la caravana que salió de Honduras en octubre de 2018. Huía de amenazas junto con 15 de sus familiares. CC BY-NC-ND/CICR/J. Cornejo

Los migrantes viajan agrupados en caravanas para minimizar los peligros intrínsecos del viaje y el endurecimiento de las políticas migratorias, al tiempo que han puesto en evidencia los límites de los sistemas de asilo de la región, sobrepasados por esta nueva realidad.

Garantizar una migración segura y atender a esta población vulnerable es una responsabilidad de las autoridades del lugar de origen, tránsito y destino, con el apoyo de la sociedad civil y la comunidad internacional.

Desde el CICR seguiremos desarrollando el diálogo con las autoridades para asegurar un trato digno a las personas migrantes. Les apoyaremos en colaboración con la Cruz Roja Mexicana en materia de salud, infraestructura de agua y alojamiento, y afianzaremos el programa de Restablecimiento del contacto entre familiares con albergues y otros socios que brindan asistencia a lo largo del camino.

Seguiremos promoviendo medidas de autocuidado entre las personas migrantes para reducir su vulnerabilidad y trabajando para que la detención de estas personas sea solo un último recurso y no  se aplique a menores de edad.

Además, seguiremos solicitando que, antes de cualquier deportación, y en particular en los casos en que haya fundados temores de que una persona pueda ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social, por sus opiniones políticas, o de que pueda ser torturada o sometida a otras formas de malos tratos, se respete el principio de no devolución, de acuerdo con el derecho internacional.

La migración como fenómeno es inseparable de la historia de la humanidad. La migración siempre estuvo ahí y ahí seguirá para siempre. Como sociedad no podemos contentarnos con respuestas reactivas ni coyunturales. La dignidad de los migrantes es la nuestra. Por ellos y por nosotros debemos trabajar colectivamente para otorgarles la protección y la asistencia que necesitan, así como el trato respetuoso y humano que merecen. 45.000 minutos de esperanza no bastan.