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Filipinas: el legado de un padre voluntario

Benny Balmediano solía regañar a su hijo mayor, Bryan, por pasar más tiempo con la Cruz Roja de Filipinas que con su familia. Lo que Benny no sabía es que su hijo ayudaba a salvar numerosas vidas.

Luego, en 2004, Benny tuvo un paro cardíaco. Los conocimientos de Bryan sobre primeros auxilios y reanimación cardiopulmonar le salvaron la vida. Después de esa experiencia, Benny se dio cuenta del verdadero impacto de la labor de su hijo en la Cruz Roja de Filipinas.

Benny se sumó al Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja y se convirtió, como voluntario, en chofer y miembro de los servicios de respuesta a emergencias de la Cruz Roja de Filipinas en la subsección de Cotabato-Kidapawan. Incluso animó a su hija, Apreillou, a hacerse voluntaria de la Cruz Roja.

Respuesta ante una crisis

El 19 de febrero de 2012, se pidió a todos los voluntarios de la Cruz Roja que estuvieran listos para responder ante un incidente en Kidapawan: varios hombres armados habían atacado la cárcel de Kidapawan.

Esa noche, Benny y Bryan, junto con otros voluntarios comprometidos, se apresuraron para llegar al lugar y ayudar a personas que habían resultado heridas en una explosión.

Lamentablemente, se produjo una segunda explosión. Benny sufrió heridas graves mientras trataba de proteger a Bryan, que estaba a unos metros de distancia.

Benny murió en los brazos de su hijo.

Cumplir una promesa

Ese día fatídico, Apreillou estaba lejos de casa, jugando en un torneo escolar. La joven de 17 años había prometido a su padre que terminaría sus estudios y ganaría una medalla en todas las competiciones de bádminton en las que participara como jugadora universitaria.

"Alguien me envió un mensaje de texto con sus condolencias. Yo no entendía por qué. Pregunté a esa persona quién había fallecido, y me dijo que mi padre había muerto en la explosión de una bomba en Kidapawan. Yo incluso estaba enviando un mensaje de texto a mi padre en ese momento", señaló.

El entrenador notó el silencio de Apreillou y le preguntó qué le pasaba. Apreillou le contó que había fallecido su padre. Sin embargo, decidió seguir en el torneo para llevarse a casa una medalla, como su padre le había hecho prometerle, y ganó la medalla prometida.

"Fue difícil seguir en el torneo, pero lo hice todo por él", afirmó. "No estaba enfadada con la Cruz Roja. Aunque mi papá había muerto prestando servicios como voluntario, estaba orgullosa de él".

Tras la muerte de su padre, Apreillou se sentía perdida y dudó de su promesa de graduarse de la universidad y ser profesora, que era lo que su padre siempre había querido que fuera.

Luego, un día, se enteró de que el CICR iba a financiar plenamente su educación, con el apoyo de la Cruz Roja de Filipinas y a través del Fondo Francés Maurice de Madre (FFMM). Estaba agradecida por tener la oportunidad de continuar sus estudios. Eso reforzó su deseo de cumplir la promesa que le había hecho a su padre y obtener un título universitario.

Durante dos años, el FFMM financió su educación, y la ayuda financiera de la Cruz Roja de Filipinas también contribuyó a su bienestar. Apreillou, que ahora tiene 22 años, trabaja duro para ser profesora titulada.

Ser voluntaria de la Cruz Roja

Cumplida la promesa que le hizo a su padre, Apreillou tiene previsto continuar con su legado como voluntaria de la Cruz Roja, junto con su hermano mayor.

En la actualidad, Apreillou participa en un curso breve, de cuatro meses, para técnicos en emergencias médicas. Una vez que lo complete, Apreillou podrá trabajar para la Cruz Roja o para el Consejo Municipal para la Reducción del Riesgo de Desastres.

El Fondo Francés Maurice de Madre se creó gracias a la generosidad del Conde Maurice de Madre, que murió en 1970. En su testamento, legó parte de sus bienes al CICR, con la condición de que se utilizaran con ciertos propósitos específicos.

El Fondo tiene como objetivo brindar asistencia financiera a miembros del Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja que sufrieron lesiones o enfermedades en el ejercicio de su labor, o a los familiares de miembros del personal que hayan muerto en el ejercicio de sus funciones para el Movimiento.

Relato de Richard Cubita, colaborador local del CICR