Filipinas: recuperarse de las consecuencias de los conflictos armados y de los desastres naturales
Numerosos residentes de la provincia de Samar se esfuerzan por superar las consecuencias de los prolongados conflictos armados y de los devastadores tifones que azotaron en años recientes a esta precaria zona del centro del país.
Para Merita Dacutanan, que depende del cultivo de arroz y maíz para alimentar a su familia, la vida no es nada fácil. "A veces es peligroso salir a cultivar la tierra porque hay tiroteos esporádicos", relata la campesina de 55 años de edad residente de Cataydongan, aldea ubicada en la municipalidad de San José de Buan. "Pero todo empeora cuando sufrimos los embates de un tifón."
En diciembre del año pasado, tifones como el Hagupit, localmente denominado Ruby, provocaron fuertes vendavales y lluvias torrenciales en Samar y en otras provincias del centro de Filipinas, que arruinaron los cultivos y otros medios de sustento.
En Samar, gran parte de la población -algunos aseveran que al menos el noventa por ciento- se dedica a la agricultura. El arroz, las hortalizas y el coco se encuentran entre los principales productos de esta región central.
La pobreza y la inseguridad alimentaria empujan a los pobladores a los márgenes de la sociedad. Para responder a estas necesidades, el CICR y la Cruz Roja de Filipinas ayudaron en enero del corriente año a 388 familias pertenecientes a cuatro localidades de San José de Buan: Can-aponte, Cataydongan, Hagbay y San Nicolás. Los pobladores recibieron semillas de hortalizas, fertilizantes, implementos agrícolas tales como mochilas fumigadoras y machetes, y ayuda en efectivo.
"El programa de asistencia está destinado a reforzar los medios de sustento de estas comunidades y a mejorar su productividad agrícola general", señala Sabine Gralla, responsable de la oficina del CICR en Tacloban.
Posibilidad de generar mayores ingresos
Dacutanan, beneficiaria de las semillas de hortalizas e implementos agrícolas, dijo que estos elementos ayudarán a que su familia supere las dificultades: "Nuestras vidas mejorarán y volverán a la normalidad, ya que podremos generar mayores ingresos". Mientras, Dacutanan recibe ayuda financiera del CICR para visitar periódicamente a su hermano detenido en la cárcel provincial de Catbalogan, por causas relacionadas con el conflicto armado.
Marciano Babatyo, de 70 años de edad perteneciente a la aldea de Can-aponte, recibió una ayuda en efectivo que destinará a comprar cerdos. Explicó que la cría de estos animales le permitirá contar con mayores ingresos que le ayudarán para que el hijo menor complete su escolaridad. "Esta ayuda representa un apoyo enorme", declaró.
Los proyectos del CICR destinados a fortalecer los medios de sustento de estas comunidades, tienen como eje la participación activa de sus pobladores. Los beneficiarios participan identificando y diseñando la ayuda necesaria, por lo que son protagonistas del proceso de toma de decisiones.
"Los campesinos fueron convocados para determinar la actividad que deseaban realizar, como cría de cerdos o cultivo de hortalizas, y los recursos necesarios, y proponer ideas sobre cómo harán que los recursos o herramientas resulten sustentables a largo plazo", explicó Marcos Bollido, agrónomo del CICR.
Señales de resiliencia
Aunque muchos de sus medios de sustento y propiedades resultaron destruidos en diciembre del año pasado, los pobladores dan muestras de resiliencia y cuentan con los instrumentos para recuperar la autonomía.
Merlina Pacimos, de 47 años de edad, otra pobladora de la aldea de Can-aponte, expresó que la calidad de las semillas y los elementos agrícolas que ella y su esposo recibieron, les permitirán comenzar de nuevo, luego de que el tifón Hagupit arruinara todos sus cultivos y dañara su vivienda.
"El producto de la cosecha de hortalizas servirá para reconstruir finalmente nuestra casa, que sufrió diversos daños", explicó Merlina. "Trabajaremos sin descanso para revertir la situación."
Además de brindar apoyo para el fortalecimiento de los medios de sustento de las comunidades en diversas regiones de Filipinas, el CICR, organización humanitaria neutral e independiente cuyo cometido consiste en proteger y ayudar a las víctimas de conflictos armados y de otras situaciones de violencia, visita también a los detenidos y promueve el cumplimiento del derecho internacional humanitario.
El CICR trabaja hace más de sesenta años en Filipinas, donde tiene presencia permanente desde 1982. Cuenta con oficinas en Manila, Visayas (Bacolod, Catarman, Marabut y Tacloban), y en Mindanao (Bislig, Cotabato, Davao y Zamboanga).