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Los obstáculos que sortean los palestinos para visitar a sus familiares encarcelados

Una vez por mes, miles de palestinos toman autobuses de la Cruz Roja para visitar a sus familiares detenidos en cárceles israelíes.

Ensayo fotográfico publicado originalmente por Al Jazeera

Por Alyona Synenko

Una vez al mes, miles de palestinos realizan el largo viaje hasta varias prisiones en Israel para visitar a sus familiares detenidos.

"Esas noches, apenas puedo dormir. No dejo de pensar que podría olvidarme algo –el permiso o mi documento de identidad– y perder la visita", dice Mona Daraghmeh, que vive en Tubas, un pueblo en los territorios ocupados de Cisjordania.

Aunque puede ver a su hijo por solo 45 minutos, y solo a través de un tabique vidriado, perder la visita mensual a la prisión es una idea aterradora para Daraghmeh, de 70 años de edad.

Su familia trató de disuadirla de realizar el viaje de 12 horas, incluidas las horas de espera en los puestos de control y la rigurosa inspección antes del ingreso a la prisión.

"Incluso tratamos de mentirle, diciendo que no tenía el permiso, pero no ayudó", dice su hija, Kheyreyeh.

Durante el resto del mes, Daraghmeh revisa viejas cartas, fotografías y libros, intentando llenar la atormentadora ausencia de su hijo.

Más de 100.000 personas de los territorios ocupados de Cisjordania, de Gaza y de Jerusalén oriental toman autobuses de la Cruz Roja todos los años para visitar a sus familiares detenidos en Israel, un derecho otorgado a los detenidos en virtud del derecho internacional humanitario.

CC BY-NC-ND / CICR / Alyona Synenko

Los palestinos en Hebrón compran alimentos y bebidas antes de abordar el autobús de la Cruz Roja para un día largo y agotador.

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Entre sus visitas a las cárceles israelíes, Daraghmeh relee las cartas que su hijo le escribió desde el lugar de detención.

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Las visitas a las cárceles son agotadoras, física y emocionalmente, en particular para los ancianos. Mona Daraghmeh, de 70 años de edad, sufre de hipertensión arterial y diabetes. Sus familiares trataron de disuadirla de ir, pero no aceptaría renunciar a la única oportunidad que tiene para ver a su hijo todos los meses.</h2>

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"Trato de comprimir tantas cosas en esos 45 minutos. Le cuento todo lo que sucedió, cómo le está yendo a cada uno de los niños en la escuela", dice Maysoon Salmeh, de Nablus. Cuida sola a sus seis hijos desde que su esposo quedó detenido.</h2>

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"Traje a nuestra hija recién nacida a una de las visitas. Se la mostré a mi marido a través del vidrio. Fue la única vez en mi vida que lo vi llorar", dice Umayma Sawalha, de Nablus.

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"Cada vez que voy a ver a mi hijo, no puedo evitar pensar que puede ser la última vez", dice Kheiri Skafi, de 76 años de edad. Kheiri está en tratamiento de diálisis y necesita un traslado especial en ambulancia. Una ambulancia palestina lo lleva al puesto de control, donde es recogido por una israelí.</h2>

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Una mujer palestina lleva fotografías de su hijo a su esposo detenido.

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Un autobús con familiares de detenidos sale de Ramala. Deberán cruzar el puesto de control a pie y tomar un autobús israelí del otro lado.

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Los familiares de detenidos esperan en un puesto de control. Los palestinos necesitan permisos para ingresar a Israel. En días ajetreados, cuando cientos de personas se dirigen a las prisiones, cruzar un puesto de control puede llevar varias horas.</h2>

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"Lo más difícil para mí es explicar todo esto a mis hijos", dice Sondos.

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El largo viaje a las prisiones es especialmente difícil para las personas con discapacidad. Muhammad al-Hreimi, de Belén, necesita un taxi especial para poder visitar a su hijo detenido.

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"Cuando empecé a perder la vista, no quería decírselo a mi hijo. No quería que se preocupara. Simplemente fingí que todavía podía verlo cuando fui a visitarlo a la prisión", dice Um Nasser. Más tarde, su hija le contó a su hermano detenido el deterioro de la vista de su madre.</h2>

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"Conservo toda su ropa, sus cartas, una manta vieja", dice Imán.

CC BY-NC-ND / CICR / Alyona Synenko

"Anhelo el día [de la visita], pero después me siento vacía. Cuando el teléfono está desconectado, toco la ventana. No puedo explicar el sentimiento”, dice Imán, de Hebrón, al hablar de las visitas a su esposo detenido.</h2>