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Myanmar: preocupación por aumento de desplazados internos en Rakhine

En diciembre de 2018, se produjo una escalada de violencia en los estados de Rakhine y Chin, que tuvo como protagonistas al Ejército de Myanmar y al Ejército de Arakán. Provocó graves alteraciones para la población civil y obligó a más de 29.000 personas a huir de su hogar de la manera que pudieron: desde viajes en balsas de bambú hasta travesías a pie en medio de las montañas. Los actuales enfrentamientos agravan la situación humanitaria, de por sí muy delicada, que viene dándose desde la crisis que estalló en agosto de 2017.

Hoy, estas personas buscan refugio en monasterios, campamentos y otros espacios comunitarios o bien en casa de familiares en los municipios de Kyauktaw, Buthidaung, Ponnagyun, Mrauk-U, Maungdaw, Minbya y Rathedaung.

Un campamento ubicado en la localidad de Ah Htet Myat Hlay (municipio de Ponnagyun) funciona actualmente como hogar provisorio para más de 500 personas, que viven apiñadas en refugios temporales de bambú y lona. Amontonadas en estos espacios, familias enteras duermen sobre el heno. En las polvorientas calles del campamento, lo único que se ve son niños que juegan mientras los adultos, reunidos en grupos, permanecen adentro.

Ma Sein Nu, que huyó junto a sus cinco hijos, es una de las tantas residentes del lugar que tuvo que dejar todo.

No hubo tiempo de hacer las maletas. Tuvimos que huir por nuestra vida. Salimos por la mañana temprano y viajamos todo un día en bote para llegar aquí.

El trayecto hasta un lugar seguro se hace particularmente difícil para los niños y las personas mayores, que suelen ser los más vulnerables durante un desplazamiento.

"Mi audición no es buena. Mi hijo y mi hija tuvieron que ayudarme durante todo el viaje hasta aquí", cuenta Sein Ma Phyu, de 56 años, quien recorrió un largo camino para llegar al campamento.

Como verán, aquí no tenemos nada. Nada.

La mayoría de los residentes actuales del campamento llegaron sin ninguna de sus pertenencias, por lo cual viven en condiciones extremas y sin sus necesidades básicas satisfechas. La ayuda vino, en un primer momento, de mano de los solidarios habitantes de las comunidades de acogida.

"Los miembros de las comunidades locales nos dieron espacio. Nos prestaron sus utensilios de cocina y su fuente de agua potable", explica U Maung Kyaw, un hombre de 70 años que huyó de su hogar con su esposa y sus dos nietas.

El Comité Internacional de la Cruz Roja y la Cruz Roja de Myanmar también brindan a los residentes del campamento alimentos, colchonetas, cobijas y otros artículos domésticos para hombres, mujeres y niños, materiales para construir alojamientos temporarios y letrinas, así como apoyo técnico para habilitar el acceso al agua potable.

"Aquí recibimos algo de ayuda, pero nuestra vida real está en casa. Va a ser difícil pensar en este lugar como una solución de largo plazo", explica U Maung Kyaw, quien nunca había viajado fuera de su aldea hasta que los disturbios recientes lo trajeron hasta aquí.

Lo único que anhelo es volver a casa y vivir allí en paz.

Si bien hacen todo lo posible por acomodarse, estas familias no dejan de preguntarse cuándo podrán volver a vivir su vida en paz y con independencia.

Desde diciembre de 2018, el CICR, junto con la Cruz Roja de Myanmar, ha visitado más de treinta puntos en Rakhine y beneficiado con su asistencia a más de 24.000 personas de todas las comunidades, prestándoles apoyo para satisfacer sus necesidades más básicas y acceder a los servicios esenciales. La intensificación de los enfrentamientos y de sus consecuencias, desde una perspectiva humanitaria, es un gran motivo de preocupación para el CICR. La institución realiza un seguimiento continuo de los efectos del conflicto armado en la población civil, busca maneras de disminuir los riesgos a los que están expuestas esas personas y reúne a familiares separados.