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'No es el momento de bajar la guardia en Colombia'

Christoph Vogt, coordinador de operaciones en terreno

Esperanza. Eso es, para Christoph Vogt, lo que mueve a la gente a superar la tragedia que significa vivir y sufrir el conflicto armado en carne propia.

Él, un suizo que ya se expresa como un colombiano más, lleva más de 20 años trabajando en favor de las víctimas de la violencia armada en todo el mundo. De Croacia a Uzbequistán, pasando por países como Madagascar o Bangladesh, sus misiones le han llevado a cuatro continentes, con puestos de distinta responsabilidad en el CICR.

El conocimiento de conflictos tan diferentes ha hecho de él un hombre consciente de los riesgos, pero también de la belleza del trabajo humanitario. Hoy es jefe adjunto y coordinador de las operaciones en terreno de la delegación del CICR en Colombia.

"El fondo siempre es el mismo: es ver que en medio del desorden y violencia, las sociedades afectadas por los conflictos armados conservan una increíble dignidad que las ayuda a renacer", dice.

En sus misiones ha sido testigo de todo tipo de situaciones. Desde momentos duros, marcados por la destrucción y la muerte, hasta la alegría de que un grupo armado le "regalara" la liberación de un rehén con motivo de su cumpleaños. "El comandante de un grupo armado no sé cómo se enteró de que era mi cumpleaños, y me dijo que me quería hacer un regalo... Sin más me dijo que lo que tenía para darme era un retenido. Cogí a ese hombre y lo subí de una vez a la camioneta, porque no quería arriesgarme a que el comandante cambiase de opinión. Creo que nunca olvidaré la cara de sorpresa y de felicidad de esa persona al saber que iba a recobrar su libertad".

Colombia

Christoph Vogt durante su primera misión en Colombia. Norte de Santander, 1999. Foto: Boris Heger.

Christoph comenzó su trayectoria en el CICR en Ruanda, justo después del genocidio en el que murieron casi un millón de personas. En Colombia ha vivido tres misiones muy diferentes: la primera, en 1998, le llevó a presenciar una de las épocas más aciagas del conflicto armado en el país, en la región del Catatumbo (Norte de Santander).

"Con un oficial de campo hicimos cosas increíbles. Parece loco ahora, pero hasta organizamos ceses al fuego locales de una o dos horas entre los distintos actores armados para evacuar personas heridas que quedaban en medio de los enfrentamientos", afirma.

Ese primer año en Colombia, armado solo con la palabra y con la firme voluntad de contribuir a aliviar el sufrimiento de las víctimas, logró la liberación de varias decenas de personas retenidas en medio de la selva. "En esa época Colombia tenía casi la mitad de las personas retenidas en el mundo. Fue una misión muy bonita por todas las familias que pudimos reunir. El CICR estuvo involucrado en la liberación de un muy gran número rehenes en todo el país".

Norte de Santander, 1999. Foto: Boris Heger.

A partir de 2004, durante su segunda estadía en el país como coordinador Protección basado en Bogotá, dio un fuerte impulso al trabajo en favor de los familiares de personas desaparecidas.

"En esa época se hablaba muy poco de los desaparecidos y quien lo hacía era para estigmatizar a sus familias, diciendo que si habían desaparecido sería porque algo malo habrían hecho. Hemos luchado mucho desde entonces contra ese tipo de prejuicios", comenta.

En esta segunda misión fue testigo de un momento histórico que permanece en la memoria de millones de colombianos. "Lideré el equipo que trajo de vuelta los cuerpos de los once diputados del Valle. Cuando regresamos del aeropuerto con los restos en los carros del CICR, miles de personas con banderas y camisetas blancas nos hicieron un camino a lado y lado de las calles de Cali. Se sentía la enorme solidaridad del pueblo colombiano, una gran solemnidad y respeto por estas personas y por nuestra labor. Eso me conmovió mucho", recuerda Christoph.

En 2016 comenzó su actual misión en Bogotá. A lo largo de estos años ha presenciado la enorme transformación del país, pero recuerda que "no hay que bajar la guardia. Colombia aún tiene muchos retos humanitarios que deben afrontarse de manera urgente".

Tras una vida dedicada al trabajo humanitario, Christoph sigue haciendo hincapié en los mismos mensajes repetidos desde hace más de un siglo por miles de empleados del CICR en todo el mundo: la importancia del cumplimiento de las normas de la guerra. "Es vital que estos valores de respeto se cumplan. Que no se queden en lo académico, porque las personas que no participan en la guerra deben ser siempre protegidas".

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