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Presos con discapacidad en Colombia luchan por tener una vida digna

En la cárcel de Cali los presos viven con un nivel de hacinamiento de 252%. Las condiciones hacen que todos los días haya desafíos para Ezequiel, quien perdió un antebrazo, y para Saúl, quien no puede mover las piernas. Para mejorar sus condiciones, una reciente jornada de rehabilitación del CICR benefició a detenidos como ellos con prótesis, sillas de ruedas y otros elementos ortopédicos.

Ezequiel decidió que se quitaría la vida si no era capaz de trabajar la tierra y producir cosecha. Había salido del hospital tras un accidente en el que perdió el antebrazo derecho y cuatro dedos de la mano izquierda.

Él recuerda que fue a la finca de su mamá en Florida, Valle, para comprobar que era capaz de cultivar. El esfuerzo dio frutos. Para cortar la maleza optó por atarse el machete al brazo, método que también le sirvió para bajar los racimos de banano. Si quería hacer huecos en la tierra para sembrar maíz y yuca, dejaba caer la pica para que la fuerza de gravedad reemplazara la fuerza de sus manos.

A pesar de su ingenio, no fue fácil retomar aspectos básicos de la vida, ya tenía 55 años. Tuvo que aprender a comer y a escribir con su mano izquierda. Sin embargo, su capacidad para adaptarse a todo le ha dado fortaleza para afrontar su discapacidad en la cárcel Villahermosa de Cali, donde lleva tres años recluido. (Lea informe especial: Crisis humanitaria en las cárceles de Colombia es insostenible)

Un día, Ezequiel vio cómo un compañero de prisión hacía figuras de papel que luego vendía a través de su esposa y se preguntó si él también podría hacerlo a pesar de su condición. Y aprendió. Cuando se aburrió, empezó a elaborar flores y luego a hacer tejidos en macramé, actividad que dominó gracias a talleres del SENA y a otros internos que lo apoyaron.

Ezequiel trabaja en la cárcel haciendo artesanías de macramé. Juan Sebastián González/CICR/CC BY-NC-ND

Para tejer, Ezequiel dobló un tenedor, se lo amarró al antebrazo con un retazo de pantalón y empezó a practicar hasta dominar su prótesis artesanal. Ya han pasado dos años desde que se volvió artesano. 

Ezequiel es una de las 13 personas privadas de la libertad que recibieron elementos ortopédicos, bastones, sillas de ruedas y rehabilitación física en la cárcel Villahermosa de Caño el pasado 4 de abril. El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) y Ortopédica Americana realizaron la primera brigada de este tipo en ese establecimiento carcelario. (Lea también: Manuel ya no camina con dos piernas izquierdas).

Cuando a Ezequiel le contaron sobre la oportunidad de recibir una prótesis, pidió que le dieran una que sirviera para conducir. Dice que su anhelo cuando esté en libertad es conseguir un carro Willis para transportar gente entre su pueblo y las veredas. Mientras ese momento llega, está adaptándose para poder escribir y comer con la prótesis.

Con el dinero que gana de la venta de los tejidos Ezequiel compra ropa e implementos de aseo. Juan Sebastián González/CICR/CC BY-NC-ND

Más de 3 años sin ponerse de pie

Según estadísticas del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (INPEC), a abril de este año, la cárcel Villahermosa tiene un hacinamiento del 252%, entre los más altos del país. Sin embargo, la cifra no es suficiente para dimensionar el drama humano que se esconde tras las celdas y los pasillos. Dada la estigmatización de los detenidos atender sus necesidades no suele ser un tema prioritario. 

Por eso, a pesar de que Saúl lleva casi un año recluido ahí, no ha querido que su hijo lo visite. Aunque lo extraña, dice que trata de protegerlo y evitar que él vea esa realidad. (Vea la galería de fotos: Detenidos con discapacidad, a paso digno)

Saúl perdió la movilidad de sus piernas en 2012, tras un accidente mientras trabajaba como moto taxista en su natal Dagua, Valle del Cauca.

Profesionales del CICR acompañaron a Saúl a adaptarse a los aparatos ortopédicos. Juan Sebastián González/CICR/CC BY-NC-ND

Ahora Saúl se ha dado cuenta de que, después de haber pasado tres años en silla de ruedas, algunas cosas en el cuerpo cambian. Junto con una profesional del CICR y con ayuda de un aparato ortopédico que le dieron durante la jornada, Saúl practicó una serie de ejercicios para recuperar el equilibrio.

Tuvo que sentarse varias veces para reponerse de los mareos que le produce estar de pie, una posición que a su cuerpo le resulta extraña.

En la zona de rehabilitación cada paso que da es pausado y corto. A su vez, cada uno es un logro incalculable para Saúl, a quien alguna vez le dijeron que nunca más podría caminar.

Como beneficiario de la brigada del CICR, Saúl recibió un aparato ortopédico para sus piernas, una silla de ruedas y un caminador. Juan Sebastián González/CICR/CC BY-NC-ND

El proceso de rehabilitación es largo y requiere de paciencia, pero es difícil contener tantas expectativas. Saúl dice que quiere adelantar el tiempo, que su esposa y su familia lo vean caminar, demostrarles a todos que el diagnóstico no era definitivo… pero él ha aprendido a dar un paso a la vez.