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Serbia: Nasri y Bahiya – de Damasco a Krnjaca

Nasri es un joven sirio de 21 años proveniente de Damasco. "En mi grupo hay cuatro mujeres, seis bebés y yo, el único hombre" nos explica. El 1° de marzo de 2015, huyeron de los enfrentamientos en su tierra natal y tras atravesar Turquía, Bulgaria y la Ex República Yugoslava de Macedonia mayormente a pie, llegaron a Serbia a comienzos de junio.

Tras caminar durante cinco días desde la frontera meridional de Serbia hasta Belgrado, Nasri y Bahiya, su novia de 19 años oriunda de Alepo, reponen energías en las afueras de la ciudad en un centro para solicitantes de asilo, antes de emprender la etapa decisiva de su trayecto hasta Alemania, donde les espera la abuela de Nasri. Gracias a Viber y WhatsApp, Nasri sigue en contacto periódico con su familia en Damasco. Profundamente enamorado, apenas aparta su brillante mirada del rostro de Bahiya. Ambos disfrutan de un momento de sosiego en un tranquilo y soleado día en Belgrado.

Pero, ¿cómo lidiaran con los contrabandistas y traficantes al acecho en el camino, la policía y las normas rígidas, o siquiera con el arduo trecho de 1.500 km que tienen por delante? Con su amor y con la ayuda humanitaria de las Sociedades Nacionales de la Cruz Roja de los países que cruzarán en su camino, inshallah.

(Se cambiaron los nombres y se respetó el deseo de la pareja de no aparecer en fotografías)

El centro para solicitantes de asilo en Krnjaca, en las afueras de Belgrado, es un lugar único. Se trata de un conjunto de barracas donde se alojaban los obreros de una empresa constructora que, en tiempos de la antigua Yugoslavia, construía costaneras en numerosos países no alineados de África y Oriente Medio, y que hoy acogen a exiliados de esos mismos países. Durante y después de las guerras de los Balcanes en la década de 1990, el lugar se convirtió en hogar transitorio de cientos de refugiados y personas internamente desplazadas que huían de la violencia.

Aún hoy alberga a 170 de aquellos refugiados, los más desesperados, que no han logrado conseguir su propia vivienda. Los refugiados y los migrantes comparten el lugar en armonía, y a veces salen juntos a dar un paseo o intercambian algunas palabras. Provenientes de lugares muy distantes entre sí, se entienden perfectamente en el silencioso idioma del sufrimiento compartido y la compasión.

Póngase en contacto con el Centro de Información Regional para el Restablecimiento del Contacto entre Familiares por correo electrónico: rflric_bel@icrc.org