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Siria: “Mi motivación diaria son las personas con las que trabajo.”

Nicolás Machi, un argentino con vocación humanitaria desde su juventud, ha participado en misiones desde Iraq hasta China. Cuando llegó a Siria, en julio de 2020, trabajó en la atención de pacientes heridos y con discapacidad en el Centro de Rehabilitación Física (CRF) en Alepo, una de las ciudades más afectadas por los enfrentamientos que atraviesa el país desde hace 10 años. Luego fue a la ciudad de Homs, con el desafío de abrir un nuevo centro. Las dificultades de acceso y los protocolos debidos al COVID-19 le impiden viajar para encontrarse con sus hijos con la frecuencia que le gustaría. “Me motiva cada día las personas con las que trabajo. Cada vez que un paciente recibe su pierna prostética, se pone de pie y da sus primeros pasos, me genera un sentimiento increíble".

¿Cuánto tiempo llevas trabajando en el CICR?

Empecé a trabajar en el CICR en 2007. Esta es mi tercera misión. Mi primera misión fue en 2017 en Irak, donde abrimos un centro de rehabilitación física en Mosul, cuando pudimos tener acceso a la cuidad. En 2019, participé del proyecto de rehabilitación física en China, concentrándome en dos proyectos al sur del país. Esta es mi tercera misión. Llegué a Siria en julio de 2020, donde ayudo a administrar nuestro centro de rehabilitación física (CRF) en Alepo y, ahora, estoy apoyando un pequeño proyecto en Homs.

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¿Por qué decidiste trabajar en una organización humanitaria?

Desde joven como voluntario y luego como profesional, siempre estuve relacionado con varias organizaciones humanitarias y no gubernamentales, por ejemplo, recolectando fondos para refugiados y realizando actividades para personas con discapacidad. Trabajar en una organización internacional fue uno de los aspectos principales que me motivó a seguir esta profesión.

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Cuéntanos sobreo tus misiones anteriores.

Mi primera misión fue en Mosul, Irak. Junto con el departamento de Salud, creamos un nuevo CRF. También pasé tiempo en el CRF de Erbil, ayudando a las personas de los campamentos de desplazados internos y de Mosul, mientras esperábamos que se construyera el centro de la ciudad. Mi segunda misión fue en China, donde participé en varios proyectos en el sur del país. En Kunmíng, trabajamos junto con la filial de Yunnan de la Cruz Roja China. Este centro se enfoca en la población desatendida del sur de China que limita con Vietnam y Myanmar. En Chengdu, trabajamos con el departamento de Rehabilitación del Segundo Hospital de Chengdu. Allí desarrollamos protocolos para la evaluación y el tratamiento de pacientes con neuropatías diabéticas. También brindamos servicios de prótesis para la población desatendida de la región autónoma del Tíbet y para las personas afectadas por el terremoto de 2008. En Siria, trabajo en el CRF del CICR en Alepo. Allí, brindamos servicios de prótesis y sillas de ruedas a las víctimas de los conflictos armados. Ahora estoy trabajando en un nuevo proyecto con un pequeño CRF junto al departamento de Salud en Homs.

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¿Cuáles son los mayores desafíos de trabajar en Siria?

En lo personal, el mayor desafío es la dificultad de viajar para pasar tiempo con mi familia. Ya en condiciones normales, Alepo es un lugar de muy difícil acceso. Ahora, los viajes internacionales se volvieron aún más difíciles debido a los protocolos por COVID-19, así que no puedo ver a mis hijos con tanta frecuencia como me gustaría.
En cuanto al proyecto, Siria tiene un contexto complejo con varios desafíos. La situación de conflicto prolongado ha dejado la infraestructura en ruinas. Esto, sumado a las sanciones internacionales, ha ocasionado una crisis económica que afecta la vida cotidiana de la población. Para nuestros pacientes, es difícil llegar al centro para recibir asistencia y nosotros debemos hacer las planificaciones con un año de anticipación si queremos asegurarnos de tener todos los materiales necesarios para mantener el centro en funcionamiento. Y el coronavirus completa el cuadro: nuestra capacidad de brindar los servicios que la población tanto necesita se ve afectada debido a que debemos limitar la cantidad de pacientes con los que trabajamos para mantener los protocolos de seguridad que protegen tanto a los pacientes como al personal.

¿Cómo se siente trabajar en un país con necesidades de ayuda humanitaria tan grandes?

La verdad es que hay mucho trabajo por hacer en Siria desde el punto de vista humanitario. A veces me siento abrumado cuando camino por la ciudad y veo los edificios destruidos a mi alrededor. Trato de concentrarme en mi trabajo, en las pequeñas contribuciones que pueden mejorar mucho la vida de la gente con la que trabajamos.

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¿Qué te motiva?

Mi motivación diaria son las personas con las que trabajo. Son un recuerdo constante de la resiliencia del ser humano. Soy muy afortunado de poder ver tan inmediatamente los resultados de mi trabajo. Cada vez que un paciente recibe su pierna prostética, se pone de pie y da sus primeros pasos, me genera un sentimiento increíble. Es conmovedor ver la expresión de sus rostros cuando prueban la prótesis.

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¿Podrías contarnos algún un momento o historia inspiradora de tu trabajo con los pacientes?

Para mí es especialmente conmovedor cuando trabajo con niños que han de tener la misma edad que mis hijos. Sé que quieren poder ir nuevamente a la escuela y jugar con sus amigos. Otros pacientes quizás quieren volver a trabajar para ganarse el sustento o volver a cuidar de su familia. Cada persona tiene su propia historia.

¿Cuáles son las fortalezas y las habilidades que debe tener un trabajador humanitario para trabajar en el terreno?

Creo que paciencia y flexibilidad. Las cosas raramente suceden de acuerdo con lo planeado. Hay que estar preparado para los retrasos, cambios de planes y cancelaciones. Es útil poder encontrar nuevas formas de lograr tus objetivos.

¿Qué recomendación darías a alguien que quiere trabajar en el CICR?

Le diría que no lo dude. No se va a arrepentir.

 

 

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El Centro de Rehabilitación Física de Alepo, donde Nicolas Machi trabajó en 2020, proporciona dispositivos protésicos y ortopédicos para miembros inferiores, dispositivos de movilidad (muletas, andadores y sillas de ruedas) y fisioterapia para que los pacientes puedan adaptarse al equipamiento recibido. Los pacientes son tratados por un equipo multidisciplinario de especialistas, que complementan el tratamiento. Muchas personas son desplazadas internas, que han sufrido lesiones que les han hecho perder sus trabajos o han sufrido pérdidas traumáticas. Por esta razón, los servicios de salud mental y apoyo psicosocial se han integrado plenamente en el CRF, que proporciona referencias para actividades deportivas y generadoras de ingresos para promover la inclusión social y garantizar la continuidad de la atención. Se brinda apoyo de transporte y alojamiento a los usuarios más vulnerables, especialmente a aquellos que provienen de áreas de difícil acceso y áreas con capacidad de transporte limitada. El CRF realizó 524 atenciones durante 2020 y se prevé que atienda a 1.000 pacientes en 2021.