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Sudán del Sur: retorno a casa tras una larga espera

Algunos sonríen, otros parecen nerviosos. Más de treinta niños y 12 adultos esperan embarcar en los aviones del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) que pronto los llevarán de regreso a su lugar natal, en Sudán del Sur.

En el aeródromo, Ador piensa en sus hijos, a quienes debió dejar hace algunos años. "Reconstruiremos nuestra casa y podremos volver a vivir juntos." Ese día, a mediados de enero, todas las personas presentes en la pista de tierra en el aeródromo ven un futuro lleno de esperanza e incertidumbre. Algunos sienten temor ante lo desconocido: "¿Me aceptará mi familia después de tanto tiempo?"

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El CICR buscó a los familiares de las viudas y negoció con las autoridades locales el regreso de las mujeres y los niños a su lugar de origen.

Ador confía en regresar a su antiguo empleo como cocinera en un pequeño restaurante. Si bien no habla con sus familiares desde hace años, se siente segura y desea regresar a su pueblo.

"Nací y crecí allí", cuenta Ador. "Quizás me encuentre con que algunos de mis familiares murieron – así es la vida. Pero nada se compara con la alegría de volver a casa."

Hace algunos años, cuando el marido de Ador decidió abandonar su pequeño negocio para ser soldado, ella no estuvo de acuerdo. Pero, por lo general, la opinión de las mujeres no cuenta aquí en este tipo de decisiones y Ador no se atrevió a contradecirlo. Entonces, su esposo se unió al movimiento de oposición al gobierno de Sudán para combatir en el territorio que en 2011 se convertiría en un nuevo país, Sudán del Sur.

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Ador debió dejar a sus cinco hijos con un pariente para seguir a su marido a un lugar lejano y desconocido. Cuando él murió, se encontró sola, sin familiares ni conocidos con quienes pudiera contar. CC BY-NC-ND / Alyona Synenko / CICR

Los soldados no suelen permanecer mucho tiempo basados en el mismo lugar. En efecto, muy pronto, Ador debe dejar a sus cinco hijos con un pariente para seguir a su marido a un lugar lejano y desconocido. Allí, la pareja tiene dos hijos más. Ador extraña y se comunica con su familia con la frecuencia que sus medios económicos permiten.

En diciembre de 2013, dos años después de la independencia de Sudán del Sur, los rumores dan cuenta del estallido de la violencia en Yuba. "Al principio, no nos preocupaba demasiado. Pensábamos que terminaría pronto y que no nos alcanzaría. La capital estaba tan lejos", recuerda Ador. Pero los enfrentamientos se extienden, dividiendo al país y al ejército en bloques étnicos opuestos. El marido de Ador y otros soldados pertenecientes al mismo grupo étnico ahora se consideran enemigos en la región donde viven. La violencia persiste y finalmente matan a los hombres.

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Mientras vivían en un lugar lejano y desconocido, Ador y su marido tuvieron dos hijos más. Ador espera encontrar a sus otros cinco hijos y recuperar su antiguo trabajo de cocinera. CC BY-NC-ND / Alyona Synenko / CICR

Ador y otras once viudas se encuentran solas, sin familiares ni conocidos con quienes puedan contar, en un lugar donde ya no son bien recibidas a raíz de su origen étnico. El grupo de 12 mujeres y 35 niños tienen dificultades para encontrar alimentos. "Cuando uno está en su pueblo, seguramente alguien viene y dice: "Veo que estás viviendo momentos difíciles. ¿Por qué no me ayudas con este trabajo? Y pagarían o darían alimentos", explica Ariek, una de las viudas. "Pero aquí somos extranjeras,"

En cuanto la situación lo permitió, el CICR entabló negociaciones con las autoridades locales para que las mujeres y los niños pudieran retornar a su lugar de origen. También se ocupó de buscar a sus familiares. Les negociaciones se bloquearon; pero, dos años más tarde, la situación finalmente se destrabó. Se obtuvieron todas las autorizaciones requeridas y las mujeres y los niños finalmente pudieron emprender el camino de regreso.

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Llevó dos años obtener todas las autorizaciones requeridas para que las mujeres y los niños pudieses retornar a su lugar de origen. CC BY-NC-ND / Alyona Synenko / CICR

"¡Esperamos tanto este día!", dice Ariek poco antes de embarcar en uno de los aviones. "Había momentos en que estaba por perder la esperanza y sentía que iba a morir allí, sola. Pero mantuve mi corazón abierto y Dios nos puso en el camino de regreso a casa."me back."