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Sudán del Sur: “Si mañana hay paz, entonces perdonaré”

En diciembre de 2013, apenas dos años después de su independencia, Sudán del Sur se hundió en un sangriento conflicto, que ha dejado tras de sí cientos de miles de personas fallecidas y heridas. El 22 de febrero de 2020, se formó un Gobierno de unidad nacional, hecho que representa un paso muy importante en el proceso de paz del país.

Si bien han cesado las hostilidades entre las partes en conflicto, la violencia entre las comunidades continúa, con consecuencias fatales.

El ganado suele estar en el centro de estos enfrentamientos. Con la economía nacional hecha trizas, las vacas son el activo más valioso y estable que puede poseer una familia. Como las armas se volvieron más fáciles de adquirir durante la guerra, la competencia por los recursos provoca violentos saqueos de ganado, que luego repercuten en las comunidades, donde se producen otros saqueos a modo de venganza.

 

La violencia suele tener lugar lejos de las pocas ciudades del país, en zonas con escasas oportunidades para la población joven. En Sudán del Sur, la media de edad de la población es de 19 años, mientras que en Francia, por ejemplo, es de 42 años.

 

En zonas rurales, las personas suelen dedicar sus vidas a su ganado. Muchas veces los animales son custodiados a toda hora por hombres armados.

 

Estos enfrentamientos se han vuelto una gran amenaza para la paz, ya que ocasionan desplazamientos y la muerte de miles de personas todos los años.

En 2019, el CICR recibió en sus unidades quirúrgicas a 769 pacientes con heridas de armas de fuego. Nada más que entre noviembre de 2019 y febrero de 2020, la violencia entre las comunidades cerca de Rumbek, en el centro de Sudán del Sur, se cobró más de 250 vidas. Cuando cesaron las hostilidades, el CICR logró evacuar a 54 personas heridas hasta Yuba.

 

"Mataron a un hombre de nuestra aldea en la carretera. Cuando nos enteramos, atacamos su comunidad, y yo recibí un disparo durante el ataque. Una bala me atravesó el abdomen. Aterrizó el avión de la Cruz Roja, y me llevaron hasta Yuba. Pensé que tal vez moría en el vuelo. Pero, cuando llegamos al hospital, sabía que estaba a salvo", relató Matchot.

 

"Nos gustaría no tener armas, pero, si no lo hacen las demás comunidades, es imposible", dice Matiam.

"Nuestro ganado es todo lo que tenemos. Si alguien intenta robarme una de las vacas, lo enfrento. Por eso siempre ando con el arma", explica Matoch.

 

PRIMEROS AUXILIOS

Al igual que muchas zonas rurales de Sudán del Sur, estas comunidades están muy aisladas. Debido a las restricciones de acceso y los enfrentamientos que tienen lugar, con frecuencia, en la zona, el CICR, en asociación con la Cruz Roja de Sudán del Sur, realiza capacitaciones en primeros auxilios para enseñar cómo vendar una herida o trasladar a una persona lastimada. La violencia suele desatarse lejos de la pista de aterrizaje más cercana, y pueden pasar días hasta que los pacientes lleguen a un centro médico. Sin la atención correspondiente, las heridas pueden infectarse y provocar consecuencias trágicas.

CAMPAÑA DE VACUNACIÓN

El CICR también realiza campañas de vacunación veterinaria para proteger los medios de subsistencia de la población.

"Desde que el CICR comenzó a vacunar el ganado, hace dos años, la salud de nuestras vacas mejoró mucho. Si continúa, nos va a venir muy bien. Antes, no podíamos hacer nada si se enfermaba una vaca. No podemos comprar medicamentos a menos que vayamos a Rumbek", explica Matiam.

LOS PRINCIPIOS DE HUMANIDAD

Debajo de un gran árbol, están reunidos decenas de jóvenes. Un miembro del personal del CICR les muestra unas imágenes.

"¿Qué ven?", pregunta.

"Una casa en llamas", responde uno.

"¿Es normal?", indaga.

"No, no se deben prender fuego las casas", dice otro.

El CICR se reúne con estas comunidades para hablar sobre principios básicos de humanidad. Muchos de estos principios son coherentes con las normas consuetudinarias que ya existen en las comunidades. Gracias a esta labor, el CICR puede comprender las preocupaciones de la población y satisfacer sus necesidades más urgentes.

El futuro de estas comunidades representa un gran desafío para Sudán del Sur. La infraestructura deficiente, la falta de educación y de oportunidades laborales, un sistema sanitario en ruinas y el fácil acceso a las armas de fuego generan un entorno propicio para la violencia localizada, que podría propagarse y desestabilizar zonas muy extensas.

Pese a estas dificultades, también queda lugar para la esperanza y la paz.

"El año pasado, mataron a mi único hijo", dice Akuel. "Lo atacaron en la carretera, pero él no participó en los enfrentamientos. Hay quienes me dicen que tenemos que vengar su muerte, pero no serviría de nada. Si mañana hay paz, entonces perdonaré. Aunque haya perdido a mi hijo, tengo la voluntad de hacer las paces."