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Venezuela: generar oportunidades para cumplir sueños en la Cota 905

El CICR trabaja de forma multidisciplinaria en zonas de Venezuela para contribuir a aliviar el sufrimiento que genera la violencia armada en la vida de las personas. La Cota 905, en Caracas, es una de esas zonas donde aún en las circunstancias más retadoras, como los meses de junio y agosto de 2021 por ejemplo, nos mantuvimos presentes para asistir y proteger a las comunidades más afectadas por los enfrentamientos armados

Este trabajo se reflejó en el diálogo constante y confidencial con todos los portadores de armas sobre el uso adecuado de la fuerza y la prevención de situaciones de violencia armada que ponen en riesgo a la población; la protección de vínculos familiares, el apoyo en seguridad económica, la rehabilitación de espacios esenciales para la comunidad y la retroalimentación constante de las personas afectadas y sus necesidades, poniéndolas siempre como prioridad de toda nuestra acción.

Ronald es una de esas personas. Él creció en una familia que se esforzó para mantenerlo alejado de la violencia, se graduó de bachiller y estuvo en una liga semiprofesional de básquet. Sin embargo, al vivir en un contexto afectado por la violencia armada como la Cota 905, sabe lo que significa perder a un ser querido en manos de ella. Hoy, él nos cuenta en primera persona su historia de superación, compromiso y amor por la comunidad que lo vio crecer:

Ronald y su mamá, a quien le agradece todos los valores que le enseñó

Durante toda mi vida he escuchado disparos cerca de mi casa, ese sonido es algo difícil de olvidar. Esa sensación no se te sale de la mente y el cuerpo. Recuerdo que cuando era adolescente, uno no podía ir solo de un sector a otro, porque si no te conocían, te amenazaban. Afortunadamente, yo nunca tuve problemas con nadie aquí, porque siempre he sido de buena conducta, como dicen.

Mis padres me criaron con valores para mantenerme lejos de la violencia, y como siempre me gustó jugar básquet, me enfoqué en el deporte. Incluso, llegué a jugar de forma semiprofesional cuando era adolescente y viajé a varios estados del país para competir, aprendiendo valores como el trabajo en equipo, la disciplina y el respeto. Cuando tenía 14 años, di mis primeras clases de básquet en la comunidad, quería enseñar lo que sabía, pero demasiado pronto tuve que abandonar ese sueño porque tenía otras prioridades en ese momento. Con gran esfuerzo me gradué de bachiller y empecé a trabajar.

De mis días de adolescencia en el barrio, recuerdo con cariño a un gran amigo con quien compartía la pasión por el básquet, pero él murió durante un enfrentamiento armado. Esto significó un momento de tristeza y dolor en mi vida, ya que esa vez no se trataba de un vecino o un conocido, era mi amigo. Seguí con mi vida, pero siempre quise buscar formas para que los jóvenes no se perdieran en el camino de la violencia. Yo quería demostrar que en la Cota 905 y en otros barrios, hay jóvenes con talento, especialmente para el deporte.

De las crisis, surgen grandes oportunidades

En junio de 2021, cuando la Cota 905 estuvo otra vez en la boca de todos y en las redes sociales por los fuertes episodios de violencia armada, saqué del baúl ese sueño que había dejado atrás a los 14 años. Quise darle una opción diferente a los niños, niñas y jóvenes del sector, para que vieran otros caminos alejados de la violencia. En medio de todo el caos, formalicé una escuela deportiva en la Cota 905 y empecé a impartir clases gratuitas en una cancha del sector.

Ahora, pongo todos mis conocimientos de básquet a disposición de los niños, niñas y adolescentes para que se enamoren del deporte. Después de que inicié, empezó a llegar el apoyo de amigos de la comunidad, quienes nos han ayudado a conseguir donaciones de balones, conos, entre otros equipos deportivos. Teníamos mucho entusiasmo, pero nos faltaba lo esencial: la cancha. En ese momento, la cancha del sector no tenía piso, las paredes estaban filtradas, tenía más de 10 años sin ser reparada.

 

Durante el año 2021, el CICR trabajó de la mano con la comunidad y entrenadores deportivos de la Cota 905, en la rehabilitación de tres canchas deportivas para generar espacios recreativos y de formación para los niños, niñas y adolescentes que se vieron afectados por la violencia armada en el sector. Al mismo tiempo, mantuvimos el diálogo constante con la comunidad para entender y dar una respuesta transversal a sus necesidades, basados en nuestros principios humanitarios.</h2>

Continúa Ronald: en diciembre de 2021, recibimos el apoyo del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) para recuperar la cancha, ese era el único espacio en la zona donde los niños, niñas y adolescentes se recreaban y, por supuesto, era ideal para que funcionara mi escuela deportiva.

Cuando nos llegaron los materiales para rehabilitarla, todo fue increíble. La comunidad se unió por un mismo fin: unos cargamos el material desde la calle hasta la cancha, escaleras arriba, otros hicieron comida para los obreros que estaban colaborando, y en tan solo nueve días terminamos la remodelación.

El primer día que entrenamos en la cancha remodelada, nos impactó la diferencia, la veíamos más grande y acogedora. La emoción de los niños y niñas era increíble. Ellos son 57, de varias edades. Ahora, vienen todos los lunes, miércoles y viernes a su entrenamiento.

Y no estoy solo en esto. En el sector también están otros amigos dando clases de básquet, está Jhon en la otra cancha que también fue rehabilitada por el CICR. Está Saray, que ha ayudado mucho a los jóvenes con el curso de panadería. Todos nos ayudamos. Esto es una forma de integrarse y respetarse.

Este espacio estuvo abandonado por muchos años, verlo hoy rehabilitado para que los niños, niñas y adolescentes puedan practicar deportes, es un sueño cumplido.

Jhon, otro de los entrenadores deportivos de la Cota 905

Formación para los formadores

Yo, incluso estoy recibiendo formación como entrenador deportivo, para poder preparar mejor a los estudiantes. También estoy recibiendo la formación del Programa de Salud Mental organizado por el CICR. Eso me ha servido para entender más a los estudiantes a los que entreno, para ayudarlos a cambiar un poco su manera de pensar. A veces es difícil trabajar con los niños y niñas porque la mayoría de ellos han crecido en un entorno violento donde escuchan groserías y ven malas conductas, pero han entendido que nuestra dinámica está basada en el respeto, dentro y fuera de la cancha.

Confío en que, si uno les da una buena crianza a los niños, niñas y sobre todo a los adolescentes, si les das oportunidades, ellos pueden tomar un camino diferente a la violencia. Todos ellos tienen el potencial para cumplir su sueño de ser jugadores y jugadoras profesionales, porque en la Cota 905 no todo es violencia.

Desde 2019 mantenemos un diálogo constante y confidencial con todos los portadores de armas en la Cota 905, para disminuir el impacto de sus acciones en la vida de las personas. Al mismo tiempo, trabajamos siempre junto a las comunidades para encontrar soluciones a sus necesidades y fortalecer su resiliencia frente a la violencia armada.

Hemos apoyado la formación de jóvenes en microemprendimientos como panadería, peluquería y otros oficios, así como la elaboración de huertos comunitarios para que las personas puedan recuperar sus medios de vida.

Hemos apoyado la rehabilitación de centros de salud para que los pacientes heridos y politraumatizados, y también el personal de salud, tengan condiciones dignas.

Y más recientemente, estamos trabajando en un proyecto piloto para la formación de líderes comunitarios que puedan apoyar a la comunidad a través de respuestas psicosociales iniciales.

Todos los días conocemos historias de resiliencia como la de Ronald, de personas que siguen adelante creando oportunidades para mejorar su entorno.