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Sudán del Sur: recuperando la esperanza

Lydia y su familia, una de las miles de personas que tuvieron que huir de sus hogares en Sudán del Sur, lucha por sobrevivir día a día con la ayuda del CICR. La suya es una historia de vicisitudes y coraje.

Los tiernos pastizales de la sabana se extienden a ambos lados de gran parte de nuestro trayecto por la carretera sin pavimentar que va desde Mingkaman a Juba.  La serenidad del entorno es sin embargo engañosa, pues 15 minutos después de desviarnos hacia la derecha desde el camino principal, nos topamos con una aldea que fue quemada hasta los cimientos durante los recientes enfrentamientos en Sudán del Sur. Ante semejante espectáculo, el panorama se vuelve desolador.

Unos pocos pobladores se han negado a huir, a pesar de lo ocurrido. Ahora tratan de plantar las escasas semillas que lograron reunir y de atender al ganado que ha quedado en pie. Se alegran ante nuestra llegada- con rostros sonrientes que no condicen con la fatalidad sufrida.  Entre ellos se encuentra Lydia.*

Aquel trágico día, un grupo de combatientes lanzó un ataque sorpresivo contra los pobladores de su aldea. Los atacantes, fuertemente armados, dispararon contra todos e incendiaron cuanto tenían a su paso. Tras el ataque, 10 personas yacían sin vida en la aldea completamente arrasada.

Lydia tuvo suerte y logró escapar con vida junto a sus hijos. Su esposo recibió un disparo y resultó herido, pero también logró huir.

Escondidos entre los arbustos, según relató, pasaron un mes sin comida, alimentándose solo de hojas y frutas silvestres.

Hoy, su esposo aún se recupera de las heridas y no está en condiciones de trabajar, por lo que Lydia debió convertirse en el sostén de la familia. Una de las tareas más urgentes que tuvo que  encarar fue la reconstrucción de su casa, que quedó devastada. Está todavía a medio terminar, pero el techo ya está listo. ¿Cómo lo logró?

* Nombre ficticio a fin de preservar su identidad.

Lea la historia de Lydia en formato PDF (en inglés)

 

Reportaje de Adebayo Olowo-Ake

Trabajo en el CICR desde 2007. Tras cuatro años de servicio en mi país, trabajé en Sudán del Sur de 2010 a 2011, antes de regresar en 2014.

Como colaboradores del CICR, mis colegas y yo trabajamos a menudo en las zonas más afectadas por la violencia. Tratamos de estar lo más cerca posible de las víctimas a fin de brindarles la mayor ayuda posible. Estas personas confían en nosotros y con frecuencia nos relatan sus historias de vida.

La historia de Lydia me conmovió especialmente porque, a pesar de su nefasta experiencia, tuvo el valor de ocupar el lugar de su esposo herido y comenzó a reconstruir sus vidas, aun cuando el conflicto dista de haber sido superado.