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Abandonados: los rostros de Bucha

Bucha, la ciudad que alguna vez fue tranquila en las afueras de Kiev, Ucrania, se convirtió en un lugar de enfrentamientos feroces. La mayoría de sus 30.000 residentes huyó. Pero quienes no pudieron huir, como las personas mayores, con enfermedades y con movilidad reducida, han quedado abandonados. Muchas de estas personas están solas, sin calefacción, agua ni electricidad. Están profundamente traumatizadas y suelen romper en llanto cuando hablan con el equipo del CICR sobre lo que sufrieron.

Entre el 13 y 20 de abril, el equipo del CICR inscribió a los residentes de Bucha para que recibieran asistencia en efectivo. Algunas de estas personas relataron brevemente cómo es su vida hoy. Todas las fotos por Alyona Synenko/CICR

Galina Dmitrievna, 70 años

Todos nuestros vecinos huyeron. Aquí enterramos a mi primer hijo, y no quería dejar su tumba. Mi segundo hijo me dijo: "Mamá, no voy a dejarte sola". Así que nos quedamos los dos. El miedo me enloqueció. Recé día y noche.

Tamara, 75 años

Nuestros hijos y nietos huyeron. Me quedé con mi esposo, que tiene 85 años y no puede caminar. Le doy de comer y lo ayudo a cambiarse la ropa. Vivimos sin electricidad, gas ni agua. El sonido de la guerra me persigue. No tenemos donde ir. ¿Quién nos necesita?

Ivan, 40 años

Nos escondimos en el sótano junto con mi esposa y nuestros tres hijos. Había otras familias. Afuera escuchamos disparos. Mi esposa Marina no dejaba de decirme lo atemorizada que estaba. No pudo comer más. Y una mañana no despertó. La enterramos afuera, en el patio de nuestro edificio de apartamentos. Pensé en todo lo que queríamos hacer juntos, pero que postergábamos para más adelante.

Vasyl, 65 años

¿Estaba yendo a lo desconocido? ¿Moriría en algún lugar del trayecto? Prefiero morir en casa. Mi hermana y yo nos escondimos en el sótano. Calenté una tetera y la puse junto a la cama para mantener el calor.

Vladimir, 59 años

Mi familia se fue, pero yo decidí quedarme a cuidar mi casa. Quería atender a mis pollos y perros, y mi huerta.

Natalia, 68 años

Nuestros hijos y nuestra nieta huyeron; nuestro ahijado desapareció. Ahora, solo somos mi marido y yo. Todas las ventanas se rompieron por los combates. Después de eso, no pude ir a la cama por tres noches. Me dan pena los animales. Tenemos gallinas, conejos y palomas.

Doy de comer a cinco gatos y un perro que abandonaron los vecinos. Todos hemos cambiado. La juventud ha envejecido.

Galina Petrovna, 71 años

Solo cinco personas se quedaron en nuestro edificio de apartamentos. Antes de irse, los vecinos nos dieron su comida. Me quedé para cuidar a mi hija. Tiene 51 años y dejó de caminar a causa del estrés. Escuchamos explosiones, pero no pudimos bajar al sótano. Incluso en momentos de tranquilidad, no podía conciliar el sueño por el miedo que sentía.