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Atrocidades en los conflictos: los Convenios de Ginebra, más necesarios que nunca

Por Helen Durham, directora de la unidad de Derecho Internacional y Doctrina del CICR

No hay que desestimar el derecho de la guerra. Nunca antes ha sido tan conocido entre el público; nunca antes ha sido tan intensa la indignación que se expresa cuando se violan sus principios.

Cuando, el mes que viene, los líderes mundiales se reúnan en Turquía para la cumbre humanitaria mundial, uno de los puntos más importantes del orden del día será el dedicado al fortalecimiento del respeto de las leyes de la guerra.

Esto es algo que el mundo necesita con urgencia.

Viendo el sinfín de imágenes que desfilan por nuestros teléfonos inteligentes o nuestras pantallas de televisión, que nos muestran hospitales bombardeados, poblaciones sitiadas o millones de personas arrancadas de sus hogares, es lógico que muchos se pregunten si las leyes que rigen los conflictos armados realmente sirven para algo.

¿Qué debemos hacer cuando el mundo está en llamas? Empecemos por reafirmar el derecho de la guerra.

Peter Maurer

Comparto la frustración expresada en esa pregunta. No es posible presenciar sin indignarse los interminables horrores que la gente soporta en lugares como Siria, Sudán del Sur y Afganistán. De allí a adoptar una postura cínica ante la pregunta de si los valores humanos básicos consagrados en los Convenios de Ginebra siguen intactos y si son capaces de brindar la protección que prometen, la distancia es muy corta. Por otra parte, la complejidad de los conflictos modernos, combinada con la intensificación del extremismo y con las guerras sin fronteras, suma nuevas aristas problemáticas a este escenario.

Las leyes nunca antes fueron tan conocidas entre el público y la indignación causada por las violaciones es más intensa que nunca.

Pero, si se profundiza un poco en la cuestión, se verá que, en realidad, el derecho de la guerra se encuentra en buena forma.

Aunque parezca contradictorio, este ordenamiento jurídico, al igual que cualquier otro, no puede poner fin a todos los sufrimientos. Pero es importante señalar que nunca antes ha sido tan sólido ni tan conocido entre el público, ni nunca antes ha sido tan intensa la indignación que se expresa cuando se violan sus principios. Por ello, aunque uno se sienta tentado a decir que los Convenios de Ginebra no funcionan, no es así en absoluto.

He aquí cinco buenas razones por las que resultaría peligroso desestimar los Convenios de Ginebra:

1. Todos los días, ayudan a salvar vidas. Aunque los Convenios de Ginebra se infringen en forma generalizada, siguen salvando vidas. En el conflicto en Siria, los casos en que hemos logrado cruzar las líneas para prestar asistencia médica y proporcionar socorros y agua potable a millones de personas demuestran la enorme importancia de estos tratados. Por otra parte, no se trata sólo de recordar las normas a las partes beligerantes, sino también de ayudar a ponerlas en práctica.

En el Comité Internacional de la Cruz Roja, explicamos a las partes beligerantes algunas formas prácticas de reducir el número de muertes de personas civiles. Por ejemplo, en Afganistán, exhortamos a los combatientes a no atacar objetivos militares por la mañana, mientras las mujeres hacen las compras en el mercado. A veces, el derecho de la guerra consigue cosas que deberían ser obvias pero que no lo son, como evitar los ataques a un hospital en Malí o hacer pasar a una ambulancia por un puesto de control en Cisjordania.

2. La existencia misma de los Convenios brinda un marco vital. Sin ellos, no habría una forma clara de saber qué es aceptable en la guerra y qué no. En el pasado mes de diciembre, los Estados adoptaron nuevos compromisos en relación con el fortalecimiento del respeto de esta rama del derecho y acordaron colaborar en la construcción de un nuevo foro que preste apoyo a este objetivo. Ahora, esos compromisos deben traducirse en acciones.

El CICR acaba de publicar una actualización de los comentarios de los Convenios de Ginebra, con el propósito de ayudar a que el derecho evolucione y se mantenga a la par de las últimas tendencias de la guerra. En los últimos años, el CICR ha apoyado la enseñanza del derecho de la guerra en más de 400 universidades y ha ayudado a formar a 45.000 miembros de las fuerzas militares, policiales y de seguridad. Si bien nuestro papel en las zonas de conflicto es único, somos tan sólo una parte de los esfuerzos mundiales dedicados a estas cuestiones.

3. Los tratados sobre armas reducen considerablemente el sufrimiento humano. Desde la entrada en vigor, en 1999, del tratado de Ottawa que prohíbe el uso de minas terrestres, estimamos que el número de personas muertas o mutiladas por estas armas se redujo de 20.000 a aproximadamente 3.500 al año. La producción de nuevas minas prácticamente ha cesado y 48 grupos armados no estatales han prometido no utilizarlas y, en general, vienen cumpliendo con su palabra. Gracias a la prohibición de las armas químicas, su uso es tabú y las existencias de esas armas han sido destruidas casi por completo.

Cada vez que se vacuna a un niño en una zona de conflicto, cada vez que un ejército suspende un ataque debido a las potenciales víctimas civiles, o cada vez que se protege de la tortura a un detenido, se están respetando y aplicando las leyes.

4. Se deben evitar los círculos viciosos. Es verdad que hay una distancia entre lo que las personas esperan de la ley y la realidad de los conflictos, pero aun así, no se debe permitir que esto se convierta en un círculo vicioso en el que la falta de respeto por el derecho se transforma en algo normal. El desengaño del público con el comportamiento de las partes beligerantes puede fácilmente utilizarse como una pantalla de humo para que los Estados y los grupos armados afirmen que el derecho fracasa en cumplir con su cometido, tras lo cual pueden intentar justificar sus violaciones de la ley alegando que esa práctica no es más que un comportamiento inevitable y realista en los conflictos armados. Los medios y las organizaciones humanitarias suelen dar a conocer sólo las infracciones del derecho y no los muchos casos en que se respeta y se aplica: cada vez que se vacuna a un niño en una zona de conflicto, cada vez que un ejército suspende un ataque debido a las potenciales víctimas civiles, o cada vez que se protege de la tortura a un detenido.

5. Desde el punto de vista moral, apoyar los Convenios es lo correcto. En definitiva, no existe una alternativa ética al empeño por fomentar el respeto del derecho de la guerra. Hay algunas cosas, como la protección de la dignidad, que hacen a la esencia de la humanidad y que no pueden medirse sólo en función de los resultados, mucho menos los de corto plazo.

Todos estos argumentos nos permiten afirmar que, en la cumbre humanitaria mundial, debemos reafirmar no sólo la trascendencia del derecho internacional humanitario sino también la protección que puede ofrecer y que de hecho ofrece a las personas atrapadas en un conflicto.

Es verdad que el derecho internacional humanitario se viola con frecuencia, pero eso no significa que haya perdido su relevancia. Sigue desempeñando un papel vital. La alternativa -la guerra sin límites- simplemente no es aceptable.

  • Este artículo fue publicado originalmente en The Guardian