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República Democrática del Congo: nutrición y supervivencia en Kasai

Más de un millón de personas resultaron desplazadas como consecuencia de la violencia extrema desatada en la región de Kasai, República Democrática del Congo, durante casi dos años. Lejos de sus hogares y ya sin poder producir sus propios alimentos, muchas de esas personas están pasando hambre. En la actualidad, se detectaron casos de malnutrición aguda entre niños menores de cinco años de edad. Sin embargo, hay señales de esperanza.

Cuesta imaginar que, hasta hace unos escasos meses, diversas aldeas como Kamenga, en la provincia Kasai Central, hayan estado completamente desiertas. No obstante, ahora la seguridad en esa zona mejora de a poco, y hay señales de que la vida vuelve a la normalidad: las personas transitan por los senderos del bosque en motocicleta, taxi o bicicleta, cargando bolsas de carbón vegetal, madera y materiales de construcción.

La escasez de alimentos, sin embargo, es un tema acuciante. "¡Pasamos hambre porque no hay alimentos suficientes! Estamos demasiado débiles hasta para levantar una azada", sostiene Emmanuel, jefe tribal de Kamenga.

Malnutrición infantil alarmante

En la aldea de Tshikaji, la enfermera Thérèse Baswa está a cargo del programa de nutrición infantil que lleva adelante el centro de salud local. Mientras el agua hierve en una olla al calor del carbón vegetal, Thérèse prepara puré de maíz, soja y moringa en polvo —planta rica en nutrientes—, al tiempo que algunas madres esperan sentadas en silencio con sus hijos sobre las faldas.

Imagen tomada en uno de los centros de salud en Kananga, Kasai Central. Estos niños se alimentan con una papilla nutritiva que contiene todos los ingredientes necesarios para mantener una dieta saludable. Gracias a esta dieta, no necesitan comer carne ni tomar leche. CC BY-NC-ND/CICR/P. Yazdi

Otro enfermero pesa a un niño que exhibe una delgadez alarmante, tras lo cual mide la longitud y el diámetro de uno de los brazos. "Es la primera vez que esta familia viene al centro. Aún no todos saben acerca del programa de nutrición", dice el enfermero.

Después de que Thérèse sirve el puré en tazas azules de plástico, dos asistentes las reparten. "Estos niños regresaron tras haberse escondido en el monte", explica Thérèse. "Los niños suelen tener menos de cinco años de edad, presentar un grado de malnutrición extrema y sufrir edemas —hinchazón a causa de la retención de líquidos— en brazos y piernas. Son muy delgados."

Entre mayo de 2017 y enero de 2018, más de trecientos niños malnutridos menores de cinco años de edad recibieron tratamiento en el centro de salud. Cada mañana, Bertine lleva a cinco de sus hijos hasta ese lugar. "Durante las últimas dos semanas, he visto un cambio tangible: Están subiendo de peso", afirma Bertine. Antes de que se desatara la violencia, esta mujer vivía en la ciudad de Tshikapa, a doscientos kilómetros de distancia.

Ella y su esposo ahora alquilan una casa muy pequeña en la aldea, pero les resulta sumamente difícil alimentar a su familia. "Colaboro en el vecindario. Gano 1.500 francos congoleños* al día por recolectar y vender madera", asegura. "Mi esposo fabrica ladrillos de barro y apenas gana 1.000 francos al día. Con ese dinero, solo nos alcanza para comprar un poco de harina de maíz y de mandioca para nuestros hijos."

Familias desplazadas

Si bien las familias desplazadas comenzaron a regresar a sus hogares a fines de 2017, muchas de ellas continúan viviendo en las comunidades de acogida debido a las tensiones étnicas persistentes. Esa situación pone a las familias de acogida en una situación difícil. En Kananga, Daniel nos enseña las tres pequeñas habitaciones construidas en su lote, pegadas a una de las paredes de una iglesia. "En mi casa, hay veintidós personas viviendo: mi familia y las personas que alojamos tras los disturbios."

Su esposa, Joséphine, agrega: "Somos demasiadas personas. Apenas comemos porque tenemos muy poco dinero. Mi hijo compra gasolina en barriles de veinte litros y la vende para ganar dinero. Nos mantenemos con lo poco que él gana."

Josephine, la esposa de Daniel, conserva la esperanza de un futuro mejor. Es optimista respecto de comenzar una nueva temporada de cultivo con la ayuda del CICR. CC BY-NC-ND/CICR/P. Yazdi

La familia de Joséphine y Daniel es una de las que recibieron asistencia del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), con la colaboración de tres asociaciones agrícolas, para comenzar a cultivar una vez más en las afueras de Kananga. En 2017, las familias recibieron herramientas de cultivo junto con semillas de maíz, frijol y soja, y los jefes tribales de la zona cedieron las tierras.

Las familias que integran cooperativas reciben partes iguales de la cosecha. "Nuestra cooperativa ya produjo doscientos cincuenta kilogramos de frijoles. Es decir, un poco más de dos kilogramos por familia, pero este es solo el comienzo. Con el tiempo, seremos capaces de autoabastecernos de alimentos y de guardar parte de la cosecha", afirma Joséphine.

La familia de Daniel y Josephine prepara la comida para los integrantes de la asociación agrícola a la que pertenece. Para tener efectividad a la hora de reactivar su producción agrícola, permanecen unidos. Ayudan a preparar comida caliente para todos y comen juntos después de trabajar en el campo. CC BY-NC-ND/CICR/P. Yazdi

A pesar de estos pequeños signos de avance, las consecuencias de la violencia continúan siendo preocupantes. "Incluso antes de la crisis, los estándares de vida en esas comunidades ya eran bajos. El trauma derivado de la violencia, los desplazamientos y, sobre todo, la suspensión de las actividades económicas y de cultivo dejó a las personas en un absoluto estado de desamparo", explica Francine Roy, jefa de la delegación del CICR en Kananga.

Ante la precaria situación de seguridad y las grandes dificultades logísticas, el futuro de los habitantes de la región de Kasai continúa siendo poco claro.

*Un dólar estadounidense

Desde que comenzó a funcionar la delegación de Kananga, en julio de 2017, el CICR ha realizado las siguientes actividades:

  • suministro de semillas y herramientas de cultivo para más de 4.000 familias desplazadas en la provincia de Kasai Central;
  • entrega de asistencia en efectivo a diferentes familias para que puedan comenzar pequeños negocios, pagar gastos escolares y satisfacer necesidades urgentes;
  • distribución de alimentos y artículos esenciales para 7.000 familias en 30 aldeas de Kazumba, al oeste de Kananga;
  • entrega de alimentos a 240 detenidos malnutridos de la prisión de Kananga y 200 detenidos en la prisión de Tshikapa.