Declaración

Declaración del vicepresidente del CICR, Gilles Carbonnier, en la Séptima Conferencia de los Estados Partes en el Tratado sobre el Comercio de Armas

Señor Presidente,

Excelencias, señoras y señores:

En este momento, hay más de cien conflictos armados en curso en todo el mundo, muchos de los cuales se están convirtiendo en conflictos prolongados. Además, cientos de grupos armados en todo el mundo participan en otras situaciones de violencia armada que afectan a decenas de millones de personas. Todos los días, miembros del personal del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) que trabajan en países como Afganistán, Malí, Siria o Yemen son testigos de los grandes sufrimientos que provoca el uso indebido de armas, uso que es posible debido a que no hay controles adecuados para la posesión, la transferencia y el uso de armas.

Como todos saben, el CICR procura garantizar que las víctimas de conflictos armados y otras situaciones de violencia reciban protección y asistencia humanitaria. Dar respuesta a las necesidades humanitarias más profundas es un prolegómeno fundamental para la paz.

Durante treinta y cuatro años, hemos realizado operaciones en Afganistán, donde la reciente escalada de la violencia ha dejado una enorme cantidad de civiles heridos y desplazados. Durante los últimos tres meses, más de cuarenta mil afganos heridos fueron asistidos en establecimientos sanitarios que reciben apoyo del CICR. Es desolador ver que las guardias están colmadas de personas, en especial, de niños, que han sufrido mutilaciones. Nuestros equipos médicos y de rehabilitación física prevén que, en los años venideros, habrá más personas con esa clase de lesiones.

Sudán del Sur también es un ejemplo del sufrimiento que causa el uso indebido de armas. A diez años de su independencia, el país no ha dejado atrás la violencia. Más de un tercio de la población se ha visto obligada a dejar sus hogares y aún no puede regresar. Nuestros tres equipos de cirugía que trabajan en el país han atendido la abrumadora cifra de nueve mil pacientes con heridas causadas por armas en los últimos diez años. Un cuarto de las personas tratadas por heridas de armas de fuego fueron mujeres o niños.

Cuando no hay soluciones políticas, las guerras se prolongan durante años, alimentadas por el ingreso de armas y municiones. Como si no bastara con eso, hoy en día, las partes en conflictos armados raramente combaten solas: cada vez más cuentan con el apoyo de terceros, que a veces adopta la forma del aporte de armas. Esa multiplicación del número de socios y aliados puede tener como consecuencia la dilución de responsabilidades, la fragmentación de las cadenas de mando y la falta de control de los flujos de armas, para perjuicio de la población civil.

Sin embargo, esas relaciones de apoyo también crean oportunidades para reducir los costos humanos de la guerra. Por ello, el CICR insta a los Estados que apoyan a partes en conflicto a aprovechar su influencia y adoptar medidas prácticas para mitigar las consecuencias humanitarias adversas. Entre esas medidas, se encuentra la implementación de todas las salvaguardias necesarias para que no se transfieran armas cuando exista un riesgo evidente de que serán usadas para cometer violaciones del derecho internacional humanitario o del derecho de los derechos humanos.

Señor Presidente:

El CICR celebra la atención que se ha prestado durante este ciclo de conferencias, presidido por Sierra Leone, a los retos específicos planteados por las armas pequeñas y las armas ligeras. La amplia disponibilidad de estas armas puede alimentar la violencia mucho después de la finalización de un conflicto, incluida la violencia por motivos de género.

En una visita reciente a América Central, conocí a muchas familias que debieron dejar sus hogares debido a la violencia armada. Aproximadamente la mitad de los migrantes de América Central provienen de Honduras, donde, entre 2014 y 2018, hubo alrededor de 250.000 personas desplazadas como consecuencia de la violencia de pandillas generalizada, que, en gran parte, está vinculada al uso de armas.

El Tratado sobre el Comercio de Armas (TCA) es un instrumento fundamental para abordar esa violencia y fortalecer la seguridad internacional y humana. Los Estados Partes se han comprometido a someter la transferencia internacional de armas convencionales, municiones y partes y componentes a criterios estrictos cuyo propósito es garantizar el respeto del derecho internacional humanitario y el derecho internacional de los derechos humanos. No obstante, con demasiada frecuencia, se producen fricciones entre los compromisos y la práctica. Para que el TCA cumpla realmente su promesa de reducir el sufrimiento humano, los Estados Partes deben ceñirse a la letra del tratado y actuar de conformidad con su propósito humanitario.

El CICR no ha dejado de estar interesado en apoyar la plena implementación del TCA y en promover su universalización. Mantenemos el diálogo activo con los Estados Partes y los alentamos a compartir sus experiencias relativas a la aplicación del Tratado. Creemos firmemente que compartir las medidas prácticas adoptadas por los Estados, y los desafíos a los que han hecho frente y que han intentado resolver, es fundamental para el logro de las aspiraciones humanitarias del Tratado.

Muchas gracias.