El cultivo de algas es la principal fuente de ingresos de la mayoría de las familias de Layag-Layag. Los hombres aprenden de jóvenes los trucos del oficio y se los transmiten a la generación siguiente. Hussein empezó a ayudar a su padre cuando tenía 19 años. Ahora, sus hijos se suman a él en el mar y lo ayudan a ganar el sustento de la familia.
El cultivo de algas, a diferencia de otros, se puede llevar a cabo todo el año. Los plantones tardan un mes en madurar. En esta foto, un cultivador quita el musgo de la estructura donde se van a atar los plantones.
Se utilizan botellas de plástico recicladas como flotadores a los que se atan cuerdas con algas. Los cultivadores las compran al por mayor en los depósitos de desechos reciclables de la ciudad.
Un grupo de jóvenes cultivadores de algas utiliza un compresor que les da aire mientras bucean y reúnen algas sueltas o aquellas que se han desprendido de las cuerdas. Uno de ellos es Arman Sali, de 25 años, que comenzó a utilizar el compresor cuando tenía solo 13 años. “Normalmente un compresor dura más de dos horas bajo el agua”, explica.
Los cultivadores de algas con barcos más pequeños a menudo venden su cosecha a aquellos que tienen embarcaciones más grandes mientras están todavía en el mar. Los que no tienen espacio para secar su cosecha suelen vender su producto cuando todavía está fresco, por un valor mucho menor.
En la aldea de Layag-Layag, el cultivo de algas es un negocio familiar. Plantar y cosechar son tareas habitualmente reservadas a los hombres, mientras que las mujeres y los niños se quedan en casa y preparan los plantones, atándolos en ramos para plantarlos.
La mayoría de las familias tienen en sus casas un pequeño espacio para secar algas. Tener una mayor superficie de secado incrementa significativamente los ingresos de los cultivadores, ya que las algas secas se pueden vender un 80 por ciento más caras que las frescas.
Situado en la costa sur de Zamboanga, Layag-Layag es un pueblo pequeño separado de la ciudad por una densa franja de manglares. Las familias, pertenecientes a la tribu Tausug, utilizan barcos para obtener alimentos y agua potable en tierra firme.
Los habitantes de la comunidad costera de Layag-Layag, en la ciudad de Zamboanga, dependen del cultivo de algas para obtener sus ingresos. Cuando empezaron los enfrentamientos en septiembre de 2013, fueron de los primeros en verse afectados: las familias fueron desplazadas y se perdieron medios de subsistencia. Para ayudarlas a volver a empezar, el CICR apoyó la construcción de un secador solar de pilotes para la comunidad, mediante una actividad de "dinero por trabajo" que realizaron los cultivadores de algas.