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Paraguay: tiempo de cosecha

Tomasa Escobar  trabaja entre dos y tres horas diarias en la huerta familiar. Gracias a los insumos que recibió del CIRC, puso en funcionamiento su propia huerta y se ha especializado en el cultivo de tomates. CC BY-NC-ND/CICR/Luis vera

Una nueva mañana de fines de septiembre en el norte de Paraguay, cuando las temperaturas rondan los 40°C, Alcides Obregón y su mujer, Nélida González, se dedican, como todos los días, a trabajar en su huerta. Protegidos por una "media sombra", tejido que protege las verduras para que no se resequen ni se quemen con el fuerte sol de la región, cosechan lechuga, tomate, zanahoria, cebolla, pimiento, remolacha, pepino y repollo para el almuerzo familiar, que cuenta también con tres hijos.

La de Alcides y Nélida es una más de las 150 familias beneficiadas por el programa de huertas familiares que el CICR lleva adelante en Tacuaty Poty, pequeño asentamiento en el departamento de San Pedro, norte de Paraguay. La iniciativa, que comenzó hace casi seis meses, ya produjo beneficios visibles para la población local.

"Nuestra vida mejoró en un 99%, nuestros gastos en alimentos bajaron a menos de la mitad: si antes gastaba entre 50 y 70 mil guaraníes por día para alimentar a mi familia, ahora gasto unos 20 mil, y sólo para comprar carne y arroz, ya que todo el resto lo cosecho aquí, en nuestra huerta. Tenemos verduras y jugo de remolacha y zanahoria para los niños todos los días", afirma el señor Obregón. Uno de los más entusiasmados con el proyecto, aplica las técnicas de producción orgánica y preparación del terreno que le enseñaron los técnicos del CICR para mejorar sus cultivos, y es uno de los primeros de la comunidad en producir sus propias semillas. Está tan entusiasmado con los resultados que ya duplicó el terreno inicial de su huerta, y planea cuadriplicarlo para fin de año.

Para el encargado del proyecto de huertas familiares del CICR, el ingeniero agrónomo Héctor Rivarola, las mejoras observadas en la comunidad no son solamente económicas o nutricionales, sino también de percepción de sus propias capacidades. "Más que una mejora en las condiciones de vida o económicas, veo un cambio en las personas, me parecen más entusiasmadas. Con el puntapié inicial del proyecto, comenzaron a ver el resultado de sus esfuerzos y a creer en su propio trabajo". Él afirma que muchos ya aprendieron a producir y a guardar sus propias semillas, y se espera que en uno o dos años toda la comunidad sea autosuficiente en diferentes cultivos. Además, muchos comenzaron a aplicar técnicas naturales y económicas de adecuación, preparación, corrección y fertilización del suelo, y a controlar las plagas y enfermedades utilizando insumos encontrados en las mismas comunidades, en las propias huertas, para aumentar su productividad.

La familia de Tomasa Escobar está integrada por nueve personas: marido, hijo, nuera y cinco nietos. Después de haber recibido los insumos e instrucciones del CICR, ella, como tantos otros, también comenzó a dedicarse a su huerta y a especializarse en el cultivo de tomates. Actualmente vende su producción excedente a las haciendas de la zona, que adquieren sus tomates para reforzar la alimentación de sus empleados. Y, cuando la demanda es muy alta, recurre a sus vecinas para cubrir todos los pedidos; de esa forma, ayuda a revitalizar la economía del asentamiento. "Es un sueño que siempre tuve, tener verduras en mi mesa todos los días. Y nunca me imaginé que con la ayuda de ustedes, además de mejorar la alimentación de mi familia, también podría obtener ganancias y ayudar a mis vecinas. Me siento muy feliz", dijo.

Inicialmente implantado en Tacuaty Poty, el programa de huertas familiares está siendo llevado a otras comunidades, como Santo Domingo, también ubicada al norte del país y vulnerable a las consecuencias humanitarias de la violencia armada que afecta la región.

Desarrollado por el CICR con el apoyo de la Cruz Roja Paraguaya (CRP), el programa se propone satisfacer una demanda de las mismas comunidades. El CICR se encarga de la distribución de insumos (alambre, media sombra, herramientas y semillas) y de la capacitación técnica sobre el manejo de los cultivos; las comunidades beneficiadas se encargan del acondicionamiento de la tierra, la mano de obra y la movilidad de las familias participantes.