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Yemen: la red de seguridad encima del abismo

El sufrimiento no cambia de cara: es tan perenne como los conflictos humanos sangrientos. Recientemente lo vi en Yemen.

Conocí a un hombre en la Ciudad Vieja de Saná, la capital. Una bomba había destruido su casa y había quitado la vida a cuatro de sus seres queridos. Estaba solo y desolado. Se le veía en los ojos.

A 400 kilómetros de allí, al otro lado del frente, conocí a un adolescente al que trasladaban a la sala de urgencias de un hospital de Adén, con quemaduras terribles por todo el cuerpo. Una mina. Tenía en su rostro la misma perplejidad y la misma desesperación.

Mahmoud, un adolescente que fue víctima de una mina terrestre en Adén, recibe tratamiento en el Hospital de Al-Joumhouri, en Saná /CC BY-NC-ND/CICR/H. Al-Ansi

Nadie está a salvo. Solo unos días después de mi regreso, me enteré de la muerte de dos de los miembros de nuestro propio personal del CICR en el país: recibieron disparos mientras trataban de ayudar a los demás.

La regionalización del conflicto en Yemen ha complicado la situación y deteriorado la situación humanitaria. Servicios esenciales como la salud, la electricidad y el agua, que pendían de un hilo muy débil, ahora se desintegran. Las soluciones del conflicto se alejan con cada nueva ronda de enfrentamientos.

Pero Yemen es solo uno de varios países de Oriente Próximo que padecen una convulsión violenta: todos hemos visto la destrucción y el caos actuales en Siria e Irak. Más allá de Oriente Próximo, África aún no se recupera de un terrible derramamiento de sangre, de Malí a Libia, del nordeste de Nigeria a Sudán del Sur. El conflicto persiste en Ucrania.

El sufrimiento es intenso a una escala enorme. Las poblaciones se desplazan como nunca antes, huyendo de la incertidumbre y el miedo.

En este contexto, la ONU pone en marcha sus Objetivos de Desarrollo Sostenible. Estos establecen metas en áreas como la salud, la educación, la pobreza y la mejora del nivel de vida en nuestras ciudades. Son los sucesores de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, vigentes hasta este año.

Estos objetivos, que prometen de manera admirable "no dejar a nadie atrás", pretenden establecer la agenda internacional sobre desarrollo para los próximos 15 años.

Sin embargo, ¿qué significan estos objetivos en la práctica para lugares como Yemen o Siria o Libia o Sudán del Sur, donde el único punto del programa es la supervivencia diaria? ¿Cómo pueden desarrollarse esos lugares cuando, hoy en día, se está desgarrando su tejido social?

Dicen que la verdad es la primera baja de guerra. Pero hay otra baja más: la confianza. A medida que se intensifica el conflicto, la erosión de la confianza es un hecho tan inevitable como la llegada de la noche tras la caída del sol . Se crea un vacío. Caen bombas, hay personas que mueren, la confianza se pierde.

En estas situaciones, las organizaciones humanitarias tienen una función crucial: aportar la ayuda que mantiene con vida a la población. Sin embargo, a medida que los conflictos se alargan y se hacen más complejos y que los Estados pierden la capacidad de preservar el tejido social, cambia la función de las organizaciones humanitarias, en especial la del CICR. Y cambia de una manera fundamental. Pensar a corto plazo deja de ser una opción.

Permítanme volver a la situación en Yemen. Uno de los pacientes que conocí recibía tratamiento en un hospital gestionado por personal médico del CICR: médicos, enfermeros, anestesistas. El hospital solo funcionaba porque nosotros estábamos allí. En otros lugares, nuestros ingenieros trabajaban con las juntas locales de abastecimiento de agua y de saneamiento para reparar las tuberías y el sistema de cloacas dañados por los enfrentamientos.

El personal del CICR establecía nuevos puntos de distribución de agua para mejorar el acceso a largo plazo. En otra ciudad, construimos en la actualidad una clínica especializada en ortopedia. Nuestro personal incluso se ha ocupado de la retirada de basuras.

En otras palabras, nos implicamos más allá de las necesidades inmediatas básicas a corto plazo, como mantas y alojamiento. Trabajamos precisamente en aquellos servicios que mantienen viva a una comunidad, a una ciudad, a medio y largo plazo. Y no solo lo hacemos en Yemen, sino en países de todo el mundo. Tratamos de que el tejido no se rasgue.

A medida que los conflictos se prolongan más, a medida que aumenta la escala de las necesidades, debemos adaptarnos. Hay una distinción cada vez menos nítida entre la ayuda humanitaria inmediata y las necesidades de desarrollo a largo plazo.

¿Y por qué hace esto el CICR? Porque ocupa una posición única. El CICR puede ir a lugares donde no pueden ir otros y hacer cosas que otros no pueden hacer, gracias a los principios que sentaron las bases de la Institución cuando se creó hace 150 años: "neutralidad", "imparcialidad" e "independencia".

Al cumplir escrupulosamente estos principios, podemos hablar con los combatientes a ambos lados del frente sobre la necesidad de respetar a los civiles. Podemos restablecer parte de la confianza perdida, y eso nos permite hacer más.

Al fomentar la confianza, mantener los hospitales en actividad, reparar los servicios de agua y suministrar electricidad, ayudamos a poner una red de seguridad encima del abismo.

Y, al hacerlo, sentamos las bases para que se logren los Objetivos de Desarrollo Sostenible, una vez que se acallen las armas y el país comience a recuperarse.

 

Artículo de Peter Maurer, presidente del CICR, publicado el 15 de septiembre de 2015 en Newsweek