Refugiados de Sudán del Sur

Los refugiados y desplazados en Sudán del Sur viven en albergues improvisados bajo los árboles o a la intemperie, a veces en lugares aislados y de difícil acceso hasta para la ayuda humanitaria.

Familias desplazadas en Dulamaya se aproximan a un vehículo del CICR mientras comienza la distribución de semillas y herramientas. CC BY-NC-ND / CICR / Florian Seriex

La violencia constante en Sudán del Sur ha tenido efectos devastadores en todos los ámbitos de la vida: ha puesto en riesgo el acceso a los alimentos, al agua potable, a la asistencia de salud básica y a la educación de millones de personas, que se han visto obligadas a huir de sus hogares y a abandonar todo lo que tenían.

Según informes, durante este conflicto, unos 2,5 millones de sursudaneses se han convertido en refugiados, mientras que 1,5 millón se han visto desplazados dentro del país. Sumadas, estas cifras representan más de un tercio de la población total de Sudán del Sur, que asciende a 12 millones de habitantes.

En algunas comunidades, las familias huyen durante los enfrentamientos y luego regresan. También han recibido a familias procedentes de aldeas vecinas. Aunque han sufrido varios enfrentamientos, consideran que el hecho de estar rodeados de agua es una ventaja para la huida: las personas pueden ocultarse días y días en el agua o cruzar los pantanos para alcanzar lugares donde no serán perseguidas.

Mujeres, niños y ancianos han tenido que permanecer en zonas pantanosas alejadas durante meses y meses, y subsistir únicamente a base de frutos silvestres. Cuando regresan a sus hogares, los saqueos constantes dificultan y hasta impiden, a veces, retomar la vida normal. Poco a poco, los desplazamientos recurrentes, la falta del respeto a la población civil y sus bienes, y la alteración de los mercados y del comercio han tenido consecuencias catastróficas para algunas zonas de Sudán del Sur. Sobre una población de 12 millones de habitantes, una de cada tres personas se ha desplazado y una de cada dos padece hambre en un nivel extremo y precisa asistencia alimentaria.

El número de personas de Sudán del Sur con hambre y desplazadas es abrumador. La guerra no debería causar un impacto directo en las vidas de tantos civiles.

Peter Maurer, presidente del CICR

Una de las regiones donde se intensificó la violencia en 2017 fue Ecuatoria, lo que obligó a miles de personas a huir de sus hogares y provocó la separación de muchas familias y comunidades. Si bien algunos enfrentaron el desarraigo y luchan por adaptarse y sobrevivir en lugares desconocidos, otros debieron quedarse y están librados a su suerte. Las chozas de paja cubiertas con lonas se ven como recién construidas. Se observan pocos artículos domésticos, como ollas, bidones y sillas plásticas. Este campamento improvisado surgió hace cuatro meses y se está convirtiendo en un poblado: el nuevo hogar para unas 400 familias desplazadas de la región de Ecuatoria por el conflicto armado.

El año pasado, los habitantes de Mundri y Bangolo pasaron meses escondidos en un bosque, desplazados a raíz de los enfrentamientos; mientras, sus cultivos quedaban sin recolectar y se pudrían en los campos. CC BY-NC-ND / CICR / A. Synenko

El año pasado, los habitantes de Mundri y Bangolo pasaron meses escondidos en un bosque, desplazados a raíz de los enfrentamientos; mientras, sus cultivos quedaban sin recolectar y se pudrían en los campos. CC BY-NC-ND / CICR / A. Synenko

Muchos refugiados de Ecuatoria se trasladaron al pueblo vecino de Bangolo. Allí, las personas mayores facilitaron parcelas de terreno a los recién llegados para que construyeran viviendas y cultivaran la tierra. "Compartimos todo lo que tenemos", dice el reverendo Monasseh Wajo, uno de los líderes comunitarios. "Pero las cosas no son fáciles para nosotros tampoco. El año pasado huimos de los enfrentamientos y pasamos cuatro meses escondidos en el bosque; mientras tanto, nuestros cultivos quedaban sin recolectar y se pudrían".

En la región del Alto Nilo también se registraron miles de desplazamientos. Para algunas personas, ya es la segunda o tercera vez que se ven obligados a dejar todo y escapar. Hoy viven en refugios improvisados y precarios. El CICR distribuyó alimentos de emergencia entre 1.000 familias en la aldea Deim Zubeir, en el noroeste de Sudán del Sur, el 10 y el 11 de agosto. La ayuda alimentará a 6.000 personas. Según autoridades locales, Deim Zubeir tiene 36.000 habitantes, pero ahora la comunidad hospeda a 18.000 desplazados; los recursos, tanto el alimento como el agua, están exigidos al máximo.

En Yuba, ayudamos a restablecer el contacto entre los refugiados de Sudán del Sur. En los campamentos de desplazados cerca de Wau, también suministramos alimentos, facilitamos el acceso al agua potable y trasladamos a las personas heridas para su atención en los establecimientos sanitarios:

Historias de refugiados de Sudán del Sur

Nygiellah

"Me levanto todos los días a las tres de la mañana a buscar agua para mi familia. Lo que me dan apenas alcanza para beber y cocinar. Asearse es un lujo." Nygiealh tiene 44 años y tres hijos. Se desplazó de Malakal a Wau Shilluck, de ahí a Kodok y de Kodok a Aburoc. CC BY-NC-ND / CICR / Alyona Synenko

"Me levanto todos los días a las tres de la mañana a buscar agua para mi familia. Lo que me dan apenas alcanza para beber y cocinar. Asearse es un lujo." Nygiealh tiene 44 años y tres hijos. Se desplazó de Malakal a Wau Shilluck, de ahí a Kodok y de Kodok a Aburoc. CC BY-NC-ND / CICR / Alyona Synenko

John

Refugiados de Sudán del Sur: John

A raíz de los enfrentamientos, John y su familia debieron desplazarse de su aldea y ahora viven en la ciudad de Yambio. La región de Ecuatoria es conocida por su agricultura y, allí, John se dedicaba al cultivo en su parcela de tierra. Además de agricultor, John era sastre. Estas actividades le proporcionaban un buen ingreso y así pudo pagar la educación de sus nueve hijos. Ahora, John no puede ingresar en su pequeña explotación agrícola, que quedó al otro lado de la frontera. La máquina de coser que logró traer consigo se dañó en el camino y no tiene las piezas de repuesto necesarias para repararla. "Además, no puedo competir con los sastres de la ciudad, casi no tengo clientes", afirma. John y sus hijos mayores, quienes tuvieron que abandonar la escuela, mantienen a la familia haciendo trabajos informales. John intenta relacionarse con los habitantes de la zona para así conseguir más trabajo. Sin poder acostumbrarse a la vida en la ciudad, John sueña con regresar a su aldea.
CC BY-NC-ND / Alyona Synenko / CICR

Antonina

Refugiados de Sudán del Sur: Antonina

Antonina, una maestra jubilada, vivía con su hija y sus tres nietos. Luego, estalló el conflicto en la ciudad. “Oímos los disparos y las personas comenzaron a correr. Le dije a mi hija que tomara a sus hijos y que huyera con ellos. Obviamente no pude ir con ellos, por mis muletas.” Pasaron dos meses y Antonina aún no tiene noticias de sus familiares. “Todos los días trato de imaginar cómo será la vida de ellos ahora. Ni siquiera sé dónde están.” CC BY-NC-ND / Alyona Synenko / CICR

Angelina

Desplazados de Sudán del Sur: Angelina

A pesar de que no sabe su edad con exactitud, Angelina ha llegado a una etapa de la vida en que vivir sola se ha vuelto muy difícil. Solía recibir mucha ayuda de sus vecinos. “Siempre me traían dinero y comida.” Cuando el vecindario se vació a causa de los enfrentamientos, Angelina quedó sola, librada a su suerte. “Oraba para que los vecinos regresaran. Creí que moriría aquí, sola. Ahora, de a poco, van regresando, pero muchas casas aún están vacías.” Angelina trata de cultivar alimentos en su propia parcela de tierra, pero el trabajo físico no es nada fácil para alguien de su edad. “Esta mañana, salí muy temprano y me llevó todo el día ir hasta el campo a recoger un poco de mandioca para poder comer.” CC BY-NC-ND / Alyona Synenko / CICR