Excelencias, señoras y señores:
Desde hace décadas, preocupa gravemente al CICR el uso de armas explosivas pesadas en zonas urbanas y otras zonas pobladas.
El personal del CICR que trabaja para proteger y asistir a las personas afectadas por conflictos armados es testigo, a diario, del sufrimiento humano provocado por el uso de lo que se denomina "armas explosivas con área de impacto extensa" o armas explosivas pesadas.
Esa denominación abarca bombas y misiles de gran tamaño, sistemas de armas de fuego indirecto – y con frecuencia impreciso – como artillería y morteros, sistemas de lanzacohetes múltiples y artefactos explosivos improvisados. Su empleo en zonas pobladas es una importante causa de daño civil en los conflictos armados actuales.
Basta con observar lo que sucede en ciudades como Saná, Mosul, Raqqa, Alepo o Gaza, u otras zonas pobladas como la región de Donetsk en Ucrania, numerosos pueblos y ciudades de provincias de Afganistán, los suburbios de Trípoli y el centro de Bengasi, Libia o Nagorno-Karabaj, para ver que sus consecuencias humanitarias son devastadoras.
Se cuentan por decenas las personas civiles que mueren o resultan heridas, o que quedan con discapacidades permanentes o graves traumas psicológicos. Las ciudades quedan reducidas a escombros, y se destruyen las viviendas, la infraestructura, las escuelas, los medios de subsistencia y los sitios culturales. Los servicios esenciales para la supervivencia humana colapsan, lo que deja a poblaciones enteras sin acceso a agua, saneamiento, electricidad o asistencia de salud, lo que provoca desplazamientos. Patios y calles quedan plagados de municiones sin estallar que causan muertes mucho después de finalizadas las hostilidades. Los costos de reconstrucción y otros impactos en el desarrollo pueden ser enormes, en especial, cuando se usan armas explosivas pesadas en conflictos prolongados.