Buenos días:
Es un placer para mí dirigirme a los medios de comunicación ucranianos y extranjeros presentes hoy aquí en Kiev.
He venido a Ucrania para hablar con las autoridades sobre la situación humanitaria y para manifestar, una vez más, la firme determinación del CICR de apoyar a quienes más lo necesitan. Me he reunido con comunidades afectadas por el conflicto armado internacional para saber de primera mano cómo podemos ayudar de la mejor manera posible. Además, junto con el equipo local del CICR, estoy haciendo un balance de la respuesta humanitaria de la organización durante los últimos seis meses, que se basa en el trabajo que venimos realizando en Ucrania desde 2014, en Donetsk y Lugansk.
Tan solo esta semana, la base de la Cruz Roja de Ucrania, ubicada en Slóviansk, sufrió un ataque que le causó graves daños. Esto es algo completamente inaceptable y nos recuerda el alto costo que tiene la guerra urbana para la población civil y la infraestructura.
Quiero expresar mi preocupación por los combates que tienen lugar en la central nuclear de Zaporiyia y en sus alrededores. Es alentador que un equipo de la OIEA esté dirigiéndose hacia Zaporiyia para verificar los daños provocados, ya que los riesgos son altísimos. Cuando los sitios peligrosos se convierten en zonas de batalla, las consecuencias para millones de personas y el medio ambiente pueden ser catastróficas y prolongarse durante muchos años. Si se produjera una fuga de radiación nuclear, sería difícil —por no decir imposible— prestar asistencia humanitaria. Por lo tanto, es momento de dejar de jugar con fuego y empezar a tomar medidas concretas para proteger esta planta y otras similares de las operaciones militares. El más mínimo error de cálculo podría ser devastador y lo lamentaremos durante décadas.
Ahora me gustaría darles algunos datos concretos sobre el apoyo directo que brindamos a la población de Ucrania.
Desde el 24 de febrero, junto con la Cruz Roja de Ucrania y otros socios del Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, el CICR ha incrementado significativamente sus actividades humanitarias. La escala de la respuesta del Movimiento en Ucrania y los países vecinos no tiene precedentes. Me gustaría destacar tres áreas en particular:
- En un programa conjunto con el Ministerio de Política Social de Ucrania, hemos entregado dinero en efectivo a cerca de 300.000 personas por un total de 1.500 millones de grivnas (aproximadamente 40 millones de dólares estadounidenses). Esta ayuda económica se ha destinado a quienes más lo necesitan, como hogares unipersonales, personas con heridas relacionadas con el conflicto y personas con discapacidad.
- Conjuntamente con las autoridades locales encargadas del abastecimiento de agua, hemos provisto un mejor acceso a agua potable y limpia a más de 9 millones de personas.
- Y más de 700.000 personas vulnerables tienen mejor acceso a la asistencia de salud.
Trabajamos codo a codo con la Cruz Roja de Ucrania. No puedo elogiar suficientemente su trabajo. Es impresionante la labor que llevan adelante en las condiciones más duras. Conjuntamente con las autoridades nacionales y locales, el personal de nuestras respectivas organizaciones, así como los muchísimos voluntarios de la Cruz Roja de Ucrania, han ayudado de diversas formas a las comunidades de todo el país, desde capacitaciones en primeros auxilios en refugios antibombas hasta distribuciones de alimentos a las personas desplazadas.
Pero este apoyo responde solo a una parte de las necesidades que nuestros equipos observan en el terreno todos los días. Junto con nuestros socios, seguiremos respondiendo de la mejor manera posible.
Me gustaría decir algunas palabras sobre los prisioneros de guerra, un tema de gran importancia.
Hasta la fecha, hemos podido visitar solo a unos centenares de prisioneros de guerra de ambas partes. Sabemos que hay otros miles a los cuales tenemos que poder acceder. Seguiremos pidiendo acceso a todos los prisioneros de guerra, de conformidad con nuestra misión humanitaria y con el cometido que nos fue asignado en los Convenios de Ginebra.
Ya ha pasado un mes desde el atroz ataque perpetrado en la prisión de Olenivka. Si bien se mantienen intensas negociaciones al margen de la atención pública, el CICR aún no ha recibido las garantías necesarias para visitar a los prisioneros de guerra y verificar sus condiciones. Estamos trabajando con denuedo para cambiar esta situación.
Ayer me reuní con familiares de prisioneros de guerra; algunos de ellos no tienen noticias de sus seres queridos desde hace meses. Sus palabras, sus emociones y las historias que compartieron me conmovieron mucho. La importancia del papel que cumple el CICR para restablecer el contacto entre familiares separados nunca había sido tan manifiesta para mí como ahora. Desde febrero, hemos dado noticias de seres queridos a más de 3.000 familias. Esta tarea permite dar esperanza a las familias y es un imperativo humanitario absoluto.
Comparto la frustración de las familias que esperan angustiadas y no reciben ningún tipo de noticias. Las familias tienen derecho a saber qué les ha ocurrido a sus seres queridos, si están vivos, heridos o muertos. Muchas de ellas han estado esperando ansiosamente durante seis largos meses y necesitan respuestas hoy mismo. Están impacientes, y nosotros también.
En mi calidad de director general, reitero a todas las familias de prisioneros de guerra nuestra determinación firme e inquebrantable: el CICR no dejará de insistir con persistencia y empeño hasta tener acceso e información sobre sus seres queridos. Este pedido es urgente y no negociable.
El acceso a los prisioneros de guerra significa que podemos verificar en qué condiciones se encuentran y qué trato reciben y, llegado el caso, pedir que se hagan las mejoras necesarias. Esto nos permite ayudarlos a mantenerse en contacto con sus seres queridos. Por ejemplo, hace poco facilitamos el transporte desde Rusia hasta Ucrania de más de mil cartas de militares en cautiverio; la Oficina Nacional de Información se encargará de entregarlas a los familiares.
Tanto Ucrania como Rusia tienen la obligación jurídica, según el Tercer Convenio de Ginebra, de facilitar este trabajo esencial. Aunque es más que una obligación, es lo correcto —lo ético— y beneficia a ambas partes.
Sé que muchos tienen preguntas sobre el papel del CICR en Ucrania y creo que es importante aclarar qué podemos y qué no podemos hacer como organización.
No podemos hacer respetar las normas aplicables en este conflicto armado, ni en ningún otro. Eso es responsabilidad de las partes, sobre todo en un conflicto armado internacional, incluidos los territorios ocupados. Les guste o no, las partes beligerantes tienen la obligación de ceñirse a las normas que acordaron.
En su calidad de organización humanitaria, el CICR no tiene forma de obligar a los gobiernos o a las fuerzas militares a actuar. No tenemos armas. No somos políticos.
En el caso de la central de Azovstal, el CICR les facilitó a los combatientes la salida segura de la planta, en coordinación con ambas partes en el conflicto armado. Como en ese momento eran prisioneros de guerra en manos del adversario, registramos sus datos con el acuerdo de que el CICR podría visitarlos en un futuro. Sin embargo, no podemos garantizar la seguridad de los prisioneros de guerra una vez que están en manos del adversario, simplemente porque no está en nuestro poder.
Queremos que se sepa que, fuera de la atención pública, tratamos temas importantes con las partes, y lo hacemos de forma directa y contundente. Asimismo, ofrecemos nuestro apoyo de forma continua como intermediario neutral para facilitar acuerdos de índole humanitaria entre las partes. En consonancia con nuestro cometido y nuestras modalidades de trabajo, lo hacemos de forma bilateral y confidencial. Los resultados de esas gestiones no siempre son visibles y es posible que se necesite algún tiempo para ver los avances. Nuestra confidencialidad no es incondicional. Sí nos manifestamos públicamente cuando el diálogo bilateral no da resultados y cuando sentimos que es lo más beneficioso para las personas afectadas por el conflicto armado. Aunque, como primera medida, nos enfocamos en el diálogo con las partes. Por nuestra experiencia, sabemos que este enfoque da resultados.
Finalmente, antes de dar paso a las preguntas, quiero reiterar cuán letales han sido los últimos seis meses para la población civil y cuánta devastación han causado a la infraestructura civil esencial. Se han arruinado y destruido hospitales, centros comerciales, escuelas, puentes, apartamentos, estaciones de trenes y hogares en numerosas ocasiones. La guerra ha provocado daños en los sistemas hídricos, eléctricos y de suministro de gas, centros médicos y escuelas. La situación es particularmente triste para los muchos niños que hoy no tienen una escuela a la que regresar.
Estas consecuencias evidencian los riesgos inherentes de los combates urbanos. El uso de armas explosivas con área de impacto extensa contra objetivos militares en zonas pobladas puede violar el derecho internacional humanitario, que prohíbe los ataques indiscriminados y desproporcionados. He sido testigo de las consecuencias siniestras y duraderas de combates de ese tipo en ciudades como Alepo, Sa'dah y Mosul. Los ataques dirigidos a la infraestructura y los servicios esenciales para la población tienen efectos devastadores en los bienes y en la vida de las personas civiles. En Ucrania, esto debe parar ya.
Por esta razón existe el derecho internacional humanitario. Establece las normas aplicables en los conflictos armados internacionales que nos protegen ahora y que servirán para proteger a las futuras generaciones. Los Convenios de Ginebra no son solo un conjunto de normas: expresan la humanidad que compartimos y son la red que protege la dignidad en medio de la devastación que causan los conflictos armados. Seguiremos apoyando la aplicación de estos instrumentos y continuaremos trabajando con firme determinación para sostener estos valores.
Gracias.
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