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Las guerras sí tienen límites y deben ser respetados

En tiempos de múltiples conflictos armados por todo el mundo, el debate público acerca de las normas que regulan las guerras ha vuelto a cobrar relevancia. ¿Cuáles son sus límites? ¿Qué se puede hacer para prevenir el sufrimiento humano? ¿Es válida cualquier acción para neutralizar a un adversario?

La transmisión en tiempo real de bombardeos y personas huyendo de su hogar ha hecho creer a muchos que, en los conflictos armados, por su naturaleza cruel, se rompen todas las reglas que nos hacen humanos. Pero no es cierto. El derecho internacional humanitario (DIH), también conocido como "derecho de la guerra", tiene la función de reducir el sufrimiento que generan los conflictos armados.

El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) conoce muy bien ese sufrimiento. Desde hace más de 160 años trabaja para asistir y proteger a las víctimas de los conflictos armados y conoce el papel que tiene el DIH para reducir el dolor que ellos causan. Es por eso que, en Colombia, nuestro llamado a todas las partes a que lo cumplan no es una mera formalidad: es una forma directa de exigirles que hagan todo para que sus acciones afecten lo menos posible a las comunidades.

Las acciones concretas de protección de la población civil, así como de los heridos y enfermos, las personas desaparecidas y sus familiares, las personas privadas de libertad, los niños, niñas y adolescentes, los integrantes de actores armados que hayan depuesto las armas y otras personas, requieren de un compromiso firme de todas las partes en los conflictos armados. Porque, aunque estos puedan ser crueles, cuando el DIH no es aplicado, pueden serlo mucho más. Es el DIH el que reduce la barbarie propia de la guerra.

Sin embargo, en 2023 nuestros equipos en el terreno continuaron presenciando las lamentables consecuencias de los conflictos y la falta de respeto del DIH. Fueron testigos de la zozobra y el temor que permanecen en las comunidades. Vieron cómo la vida cotidiana de las personas es impactada por las disputas entre diversos actores armados y cómo ello afecta su acceso a servicios esenciales como agua potable, asistencia de salud, alimentos, educación y, en general, a una vida en condiciones dignas.

La situación humanitaria continúa siendo preocupante. Un ejemplo es el caso del desplazamiento masivo: aunque disminuyó a nivel nacional, en algunas regiones registró un crecimiento exponencial y ha llegado, incluso, a un incremento del 1.000 % respecto del año anterior. Los hechos violentos contra la asistencia de salud siguen impidiendo que las comunidades tengan acceso a los cuidados que necesitan. Así mismo, solo durante 2023, registramos 222 casos de personas dadas por desaparecidas en relación con los conflictos armados, los cuales ocurrieron ese mismo año. Comunidades enteras siguen viviendo en su cotidianidad las consecuencias de la presencia de artefactos explosivos.

Por eso, para nosotros, son bienvenidos todos los esfuerzos encaminados a encontrar soluciones negociadas a los conflictos armados, pues son una oportunidad para reducir el sufrimiento de miles de personas. No obstante, es fundamental recordar que, incluso durante diálogos de paz y aun cuando existan ceses al fuego, las consecuencias humanitarias de los conflictos armados subsisten, y es allí donde el DIH ofrece una oportunidad.

Es necesario que las preocupaciones humanitarias ocupen un lugar central en la agenda de conversaciones para la paz. El DIH es una guía y una base concreta para que esto suceda pues, aunque no busca el fin de los conflictos armados, sí tiene herramientas que podrían dar pautas a las partes en su diálogo para reducir el sufrimiento causado por esos conflictos. El correcto cumplimiento del DIH mejora la protección de las personas civiles y otras personas afectadas, y permite que se llegue a acuerdos especiales para reforzar de forma directa e inmediata esa protección. Esto, a su vez, puede ayudar a generar confianza entre las partes. Aunque son ellas las que deben celebrar estos acuerdos, el CICR les ofrece su experticia en DIH y asuntos humanitarios, así como su intermediación neutral para implementarlos.

Durante conversaciones de paz puede haber momentos esperanzadores para el país. Sin embargo, aún hay miles de personas que sufren por cuenta de los ocho conflictos armados no internacionales que, de acuerdo con el análisis jurídico del CICR, existen en el país. Es por eso que nuestro trabajo humanitario sigue siendo fundamental.

En el transcurso del año anterior, ayudamos a cerca de 150.000 personas con nuestro acompañamiento y nuestros proyectos de asistencia. Más de 9.000 personas recibieron apoyo para iniciativas productivas y más de 23.000 se vieron beneficiadas con acceso al agua, saneamiento básico e infraestructura comunitaria. Como resultado de nuestro diálogo confidencial y nuestra experiencia en la materia, facilitamos la liberación de 66 personas que se encontraban en poder de grupos armados.

En 2024 seguiremos llegando a los lugares más apartados de Colombia con nuestro objetivo de acompañar a aquellos que más sufren por causa de los conflictos armados y de la violencia. Y a las partes de los conflictos armados les seguiremos recordando que en la guerra no todo vale pues, aun en medio de esta, seguimos siendo humanos.

Lorenzo Caraffi
Jefe de la Delegación del CICR en Colombia