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Parteras tradicionales en el nordeste de Nigeria: "No sé qué haríamos sin estas mujeres"

"No es un trabajo para ganar dinero. Es una manera de ayudar".

Por Nadera Zohra Bouazza

Famata Hassan tiene una relación trágica con el parto. Su hija estaba embarazada cuando se vio obligada a huir de los enfrentamientos en el nordeste de Nigeria. Aunque su estado ya estaba muy avanzado, la joven no tuvo opción más que emprender un largo y agotador viaje hasta un lugar seguro. Al llegar a Maiduguri, la bulliciosa capital del castigado estado de Borno, usó la energía que le quedaba para dar a luz a mellizos. Pero no le alcanzó para sobrevivir. A partir de ese momento, Famata se hizo cargo de sus dos nietos huérfanos.

Nigeria es un lugar peligroso para ser madre: mueren más de 800 mujeres cada 100.000 nacidos vivos. Según la OMS, la tasa de mortalidad más alta se registra en el nordeste del país, donde ese número se eleva a 1.500. Estas perturbadoras estadísticas convierten el cuidado de las madres en una preocupación urgente.

"No sé qué haríamos sin estas mujeres", afirma rotundamente Samuel Okech, responsable de programas de salud para el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) en Maiduguri. Las mujeres a las que se refiere Samuel no son trabajadoras de la salud ni parteras oficiales, profesiones que hoy hacen falta en esta zona de Nigeria. Son parteras tradicionales, como Famata. La mayoría son mujeres mayores que se han ganado la confianza y el respeto de sus comunidades.

Le debo todo a mi abuela.

Murja Goni

"Observa y aprende. Un día, ya no estaré aquí, y serás tú quien continúe", solía repetir la abuela de Murja Goni, señalándola con el dedo. Una advertencia a su nieta de que las largas tradiciones en relación con el parto se transmiten exclusivamente de mujer a mujer a través de las generaciones.

Décadas más tarde, Murja recuerda estas palabras nítidamente, ya convertida ella misma en partera tradicional. "Le debo todo a mi abuela", confiesa la joven de figura delicada, cubierta por un vestido azul con flores, mientras esboza una tímida sonrisa.

Conocí a Murja y Famata en el centro de salud de Shokwari, durante una capacitación, junto a muchas otras mujeres. Soplaba un cálido viento matinal en medio de las tiendas de campaña de la clínica improvisada que apoya el CICR. Apenas horas antes, sonaba el teléfono de Murja. Le tocaba prepararse, ya que una mujer, a punto de ser madre, necesitaba ayuda a unas pocas cuadras de ahí.

A tan solo metros de la clínica, las paredes desnudas de hormigón de lo que debería haber sido un nuevo centro de salud resisten en medio del desértico y desolador paisaje. Ese establecimiento de salud tan necesario fue destruido en uno de los brotes del conflicto. En Maiduguri y en todo el estado de Borno, la mayoría de los centros de salud están destruidos o dañados. Otra trágica consecuencia de la violencia continua es la enorme falta de personal médico calificado, reticente a trabajar en zonas peligrosas.

"En el nordeste de Nigeria, no hay parteras en casi ninguna de las instalaciones de atención primaria de salud, en especial en zonas remotas", explica Samuel Okech. "La única manera de responder a este problema es trabajar con las parteras tradicionales y capacitarlas", agrega.

Muchos actores del ámbito de la salud se quejan de la falta de conocimientos y de las prácticas peligrosas de las parteras tradicionales. "Los profesionales de la salud no las reconocen, pero las comunidades dependen muchísimo de sus servicios. Confían en ellas", explica Peace Njideka Nwokorie, asistente de salud del CICR. "Por eso tenemos que capacitarlas. Por ejemplo, les indicamos que no quemen el cordón umbilical y que no acuesten a las parturientas en el suelo."

Unas diez parteras, vestidas con sus coloridas abayas, se reunieron algunos meses después de haber recibido una capacitación diseñada para impartirles conocimientos médicos y llamar la atención sobre los riesgos de algunos métodos tradicionales. Cuando se les pregunta sobre posibles complicaciones de salud durante el parto, todas repiten la misma respuesta memorizada: deben derivar los pacientes al hospital.

"Convocar a las parteras tradicionales fue una manera de llegar a las embarazadas e incentivarlas a venir a la clínica, donde podemos detectar complicaciones", explica Okech.

Además de traer bebés al mundo, las parteras actúan como confidentes, ya que les dan a las mujeres un espacio para sincerarse acerca de sus conflictos familiares y de la violencia en sus hogares.

"Quiero ayudar a otras mujeres", expresa Fatima Mustapha, quien decidió dedicarse a la partería hace diez años, tras los pasos de su vecina. Además, oficia de terapeuta para parejas que están pasando por un momento difícil. Nos cuenta que logró que una mujer se reconciliara con su marido luego de cinco sesiones en su casa.

"No es un trabajo para ganar dinero. Es una manera de ayudar", insiste Falmata Muhamed, cuya madre "nunca cobró una sola moneda" por sus tan necesarios servicios.