Hace catorce meses, 122 Estados dieron un paso histórico y valiente hacia la eliminación del arma más aterradora que se haya creado alguna vez.
La aprobación del Tratado sobre la prohibición de las armas nucleares fue impulsada por las pruebas contundentes del sufrimiento que causaría, a nivel masivo, el empleo de armas nucleares, en lo que atañe a sus efectos inmediatos y a largo plazo en las personas, las sociedades, los sistemas de salud y el medio ambiente.
El Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja ha sido testigo de estas consecuencias humanitarias catastróficas. El CICR y la Cruz Roja Japonesa presenciaron en forma directa estas consecuencias cuando procuramos asistir a las personas moribundas y heridas en Hiroshima y Nagasaki en 1945.
Las explosiones nucleares arrasaron estas ciudades, mataron instantáneamente a decenas de miles de personas, destruyeron instalaciones médicas y dejaron condiciones terribles para los sobrevivientes.
En los años siguientes, otras decenas de miles más murieron a raíz del envenenamiento por radiación, y durante las últimas siete décadas, los hospitales de la Cruz Roja Japonesa han atendido a miles de sobrevivientes de la exposición a las radiaciones, así como a sus descendientes.
El Tratado sobre la prohibición de las armas nucleares es un faro de esperanza, una esperanza de que la humanidad se liberará algún día de la sombra oscura de la guerra nuclear y del sufrimiento masivo que, como todos sabemos, causaría el uso de estas armas.
El Tratado representa un pilar indispensable y muy esperado hacia el objetivo universal de un mundo libre de armas nucleares. Al igual que con las armas químicas y biológicas, la eliminación de las armas nucleares debe comenzar con su deslegitimación.
El Tratado proporciona una base firme para lograr este objetivo.
- Mediante la prohibición clara e íntegra de las armas nucleares, el Tratado refuerza el tabú que existe en torno de su empleo y representa un elemento disuasorio adicional para su proliferación.
- Mediante la propuesta de alternativas para la eliminación de estas armas, el Tratado establece un paso concreto hacia el cumplimiento de las obligaciones existentes en materia de desarme nuclear, en particular, en virtud del Tratado sobre la no proliferación, que se mantiene como una piedra angular de las iniciativas de desarme, pero que necesita con urgencia avances reales en sus obligaciones de desarme nuclear a fin de mantener la credibilidad.
- Mediante la previsión de asistencia para las víctimas del uso y del ensayo de armas nucleares, así como también de la restauración del medio ambiente contaminado, el Tratado reconoce el deber de los Estados de prestar asistencia a toda vida dañada por estas armas atroces.
Ahora, es crucial que el Tratado cobre vida como una nueva norma del derecho internacional humanitario. El éxito del Tratado depende de la adhesión más amplia posible.
Mediante su firma y ratificación del Tratado, los Estados envían una señal clara: cualquier uso, amenaza de uso o posesión de estas armas es inaceptable desde la perspectiva humanitaria, moral y, ahora también, jurídica.
Hoy en día, esas señales son más necesarias que nunca. El riesgo del uso de armas nucleares es extremadamente elevado. Las amenazas sobre el uso de armas nucleares han alcanzado la política general.
En abril, el Secretario General de las Naciones Unidas advirtió: "la guerra fría ha vuelto... pero con una diferencia Los mecanismos y salvaguardas para gestionar los riesgos de escalada que existían en el pasado ya no parecen estar presentes".
Los Estados poseedores de armas nucleares están modernizando sus arsenales de manera tal que puedan emplearse en una mayor amplitud de contextos.
Sin embargo, las armas nucleares –cuyo uso, incluso en una escala limitada, tendría consecuencias humanitarias catastróficas y duraderas– no pueden considerarse de forma creíble como instrumentos de seguridad. Hoy en día, la mayoría de los Estados considera a las armas nucleares como una fuente primordial de inseguridad para su población y para las generaciones futuras.
La seguridad genuina solo puede tener lugar con los avances en el desarme nuclear, avances que se necesitan con urgencia. Por cierto, el desarme nuclear es un imperativo humanitario.
Mediante su firma y ratificación del Tratado sobre la prohibición de las armas nucleares, los Estados cumplen su responsabilidad de proteger a la humanidad contra una catástrofe nuclear, sobre la base de una concepción de la seguridad sin armas nucleares, una seguridad que sea más viable y humana.
Nuestra humanidad común, nuestra supervivencia y la de las generaciones futuras dependen de ello.