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Tanganica: hambre y abandono

¿Hay alguien que se preocupe por la provincia de Tanganica? Lejos de ser el foco de atención de los medios de comunicación y de las organizaciones humanitarias, los habitantes de esta región del sudeste de República Democrática del Congo luchan por sobrevivir. Los últimos enfrentamientos entre comunidades han destruido los cultivos, y los pobladores se han quedado prácticamente sin nada. Los primeros indicios de hambruna ya empiezan a manifestarse.

Roger recorre lentamente la orilla del río que atraviesa la aldea de Mukambue en busca de caracoles. Él, su esposa y sus seis hijos llevan meses comiendo prácticamente solo caracoles. Ocasionalmente, Roger logra conseguir algunas batatas y hojas de mandioca, pero, en general, lo único que tienen para comer son caracoles.

Los pobladores buscan caracoles. A veces, se internan en el bosque durante días para conseguir la cantidad suficiente. CC BY-NC-ND/CICR/P. Yazdi

Abandonados

"También intercambio caracoles por harina", cuenta Roger. "Pero no obtengo mucho a cambio." El trueque se ha convertido en moneda corriente desde que se desató la violencia entre comunidades, a finales de 2016. Por el estancamiento de la economía, se detuvo la circulación de dinero en efectivo, y las cosechas, ya de por sí escasas, dejaron de existir.

Roger intercambia caracoles por harina, pero no obtiene mucho a cambio. El trueque se ha convertido en moneda corriente desde el colapso de la economía. CC BY-NC-ND/CICR/P. Yazdi

Mukambue se compone de unas cincuenta chozas de adobe. Sin embargo, en ellas no hay comida que cocinar ni familias que se reúnan a compartir la mesa. Los niños raquíticos deambulan por la aldea y miran con desconfianza. No hay sonrisas, ni gritos, ni juegos. Solo estómagos vacíos. Los signos de malnutrición son evidentes.

Mukambue es una aldea remota, casi desconocida. Para llegar a Manono, la ciudad más cercana, a 140 kilómetros de distancia, hay que recorrer cinco horas por caminos en mal estado y llenos de baches. Luego, hay que cruzar un río. Y, finalmente, los últimos 35 kilómetros de senderos angostos que atraviesan el bosque solo pueden recorrerse en motocicleta.

Los habitantes recién comen al anochecer lo que hayan encontrado durante el día. CC BY-NC-ND/CICR/P. Yazdi

Plantas medicinales

En Mukambue, incluso las tareas más simples, como comer, trasladarse u obtener medicamentos, pueden transformarse en un problema y en una obsesión.

Los dos centros de salud que funcionaban a unos kilómetros de Mukambue fueron destruidos durante los hechos de violencia. Sin embargo, pese a la falta de apoyo, de equipamiento y de suministros médicos adecuados, los centros volvieron a funcionar. Pero Roger no se atiende allí. "Si uno no tiene dinero suficiente para la consulta, piden un pollo como forma de pago", señala. "Pero ni siquiera podemos pagar eso, así que usamos las raíces de plantas silvestres como medicamentos."

La higiene también es un problema, y la falta de agua potable preocupa constantemente a los pobladores. Las personas beben agua del río y, a veces, de los charcos que se forman después de llover. "Juntan el agua en frascos o, incluso, en platos, y la beben directamente de allí", afirma Silvia Amaral, delegada del CICR en la zona. "Ni siquiera tienen dinero para comprar un jabón pequeño. Llevan puesta la misma ropa sucia y harapienta desde que comenzaron los enfrentamientos."

Hasta que pueda obtener los medios para volver a cultivar, Roger fabrica colchonetas. Quizá pueda venderlas o intercambiarlas por algo para comer. Sin embargo, no se muestra muy optimista con respecto al futuro.

La única ropa que suelen tener los habitantes de la aldea es, por lo general, un abrigo sucio y raído. Los niños andan desnudos. CC BY-NC-ND/CICR/P. Yazdi

¿Dónde están las organizaciones humanitarias?

Pese a las necesidades apremiantes de las comunidades y al creciente riesgo de inanición, las organizaciones humanitarias aún no pueden llegar a la zona, principalmente por la falta de seguridad, de rutas transitables y de financiamiento.

Asimismo, continúan los enfrentamientos entre los grupos étnicos batua y luba, a pesar de los esfuerzos que recientemente ha desplegado el Gobierno nacional por alcanzar la paz. Según la Organización de las Naciones Unidas, la violencia entre comunidades en la provincia de Tanganica ha provocado el desplazamiento de más de 650.000 personas entre diciembre de 2016 y febrero de 2017. Nadie sabe cuántas personas han resultado heridas o han muerto a raíz de los hechos de violencia, sin mencionar el número de aldeas incendiadas y de cultivos destruidos.

Desde el comienzo de los disturbios en la provincia de Tanganica, el CICR:

  • renovó y equipó tres centros de salud en Muzovoi, Kanteba y Luakato, donde se ha atendido a 37.500 personas;
  • construyó nueve duchas de emergencia y dieciocho letrinas, e instaló tres puntos de lavado de manos y 32 fosas sépticas en los hospitales de Manono y Ankorol, a fin de prevenir la propagación del cólera;
  • instaló una clínica móvil entre Muzovoi y Kamala, la cual presta asistencia médica gratuita a 7.735 personas;
  • distribuyó artículos domésticos de primera necesidad para 35.600 personas, alimentos para 28.235 personas y semillas para 380 personas.