Artículo

Las armas nucleares ya están prohibidas; la próxima etapa es el desarme

Por Robert Mardini, Director general, Comité Internacional de la Cruz Roja.

El vil sufrimiento que infligió el uso de gases tóxicos a los soldados de la Primera Guerra Mundial causó tanto horror que las armas químicas se prohibieron apenas siete años después de finalizada la guerra.

Sin embargo, durante el siguiente conflicto mundial, se emplearon armas más inhumanas e indiscriminadas aun. Las explosiones nucleares diezmaron dos ciudades japonesas, como si "las hubiese barrido un poder sobrenatural", escribió el doctor Marcel Junod, médico del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), tras visitar Hiroshima.

El doctor Junod de inmediato llegó a la conclusión de que, al igual que los gases tóxicos después de la Primera Guerra Mundial, las armas nucleares debían ser prohibidas categóricamente. "Solo una política mundial unificada puede salvar al mundo de la destrucción", añadió. Para 1950, se calculaba que 340.000 personas habían muerto a causa de los efectos de esas dos bombas.

Por más de 75 años, casi la mitad de los 158 años de existencia del CICR, hemos abogado por la eliminación de las armas nucleares por una simple razón: no creemos que puedan emplearse sin causar innumerables muertes y sufrimiento entre los civiles.

Por este motivo, el 22 de enero de 2021 es tan importante para nosotros: es el día en que el Tratado sobre la prohibición de las armas nucleares (TPAN) entra en vigor.

Este día marca, nada más ni nada menos, que una victoria para la humanidad. Setenta y cinco años después de que las bombas nucleares infligieran los peores horrores de la guerra a la población de Hiroshima y Nagasaki, el tratado multilateral más reciente a nivel mundial prohíbe las armas nucleares. En efecto, prohíbe el uso, la amenaza del uso, el desarrollo, la producción, el ensayo y el almacenamiento de armas nucleares; además, formaliza en un instrumento jurídico un tabú muy arraigado respecto del uso de armas nucleares y proporciona un elemento disuasorio más contra la proliferación de estas armas.

El TPAN es también el primer instrumento de derecho internacional que mitiga las consecuencias devastadoras que las armas nucleares tienen en el plano humanitario, al requerir a los Estados que han sufrido una explosión nuclear que presten atención médica a las víctimas que se encuentren en su territorio.

Obviamente, lo que el Tratado no hace es eliminar, como por arte de magia, el arsenal nuclear actual. Sería ingenuo esperar que el TPAN nos entregara mañana un mundo libre de armas nucleares. El nuevo Tratado debe verse, en cambio, como el punto de partida moral y jurídico de un esfuerzo de largo plazo para lograr el desarme nuclear. Ahora debemos trabajar para conseguir la mayor adhesión posible a las prohibiciones que establece el Tratado.

Los nueve Estados que poseen armas nucleares tienen más de 13.000 bombas nucleares, con redes de comando y control vulnerables a los errores humanos y los ciberataques. El poder de muchas de esas ojivas es considerablemente mayor que el de las que fueron lanzadas en 1945; esas bombas causaron la muerte de más de 100.000 personas, incluidos 1.924 de los 2.080 médicos y enfermeros de Hiroshima. Esta es la realidad a la que nos enfrentamos.

Aunque el horror de una detonación nuclear pueda verse como una historia lejana, el riesgo presente es muy alto. Los tratados para reducir los arsenales son abandonados; se producen nuevos tipos de armas nucleares y se formulan graves amenazas. Estamos en medio de una carrera armamentística, que causa pavor.

Al proponer vías para la eliminación de estas armas, el Tratado establece un paso concreto hacia el cumplimiento de las obligaciones existentes desde hace largo tiempo en materia de desarme nuclear, en particular, las que establece el Tratado de no proliferación, que debe lograr urgentemente avances reales en cuanto a sus obligaciones de desarme nuclear para mantener su credibilidad.

Instamos a los Estados que poseen armas nucleares a quitarles sin demora el estado de alerta máxima y reducir el papel que tienen en sus doctrinas militares, hasta tanto sean eliminadas por completo. Y esperamos que todos los países, tarde o temprano, se hallen en condiciones de firmar y ratificar el Tratado.

El paso del tiempo tal vez nos haya insensibilizado frente a la devastación que puede provocar una detonación nuclear. Pero todos los seres humanos deberían horrorizarse ante la mera posibilidad de que esas armas vuelvan a emplearse.

Hoy celebramos la entrada en vigor del TPAN. Pero es solo el comienzo del viaje hacia la eliminación de las armas nucleares a nivel mundial. Habremos llegado a destino cuando esas 13.000 armas nucleares hayan dejado de existir.