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El futuro ya llegó: es hora de intensificar las medidas de mitigación y adaptación frente al cambio climático

Lejos de ser una amenaza distante, el cambio climático ya se ha convertido en una crisis caracterizada por fenómenos climáticos extremos y desastres cada vez más intensos y frecuentes, muertes y destrucción masiva, familias obligadas a abandonar sus hogares y consecuencias en la seguridad alimentaria y los medios de subsistencia. La crisis climática es una crisis humanitaria, y el costo de la inacción es alarmante. Con tan solo dar un impulso masivo a las medidas colectivas de mitigación y adaptación frente al cambio climático, es posible aliviar las consecuencias humanitarias actuales y futuras.

Por Cécile Aptel*

Incendios forestales en Australia, ciclones en las Bahamas, inviernos letales (conocidos como 'dzud') en Mongolia, inundaciones en África oriental... Somos testigos de confirmaciones diarias de que el cambio climático no solo es un riesgo que suma ansiedad a nuestro futuro colectivo, sino un generador de consecuencias humanitarias que, mientras lees esta oración, causan estragos en las vidas de millones de mujeres, hombres, niños y personas mayores en todo el mundo.

Es posible prever que, solo en esta década, los desastres relacionados con el clima aumenten un 50% el número de personas que necesitan ayuda humanitaria internacional. Para 2030, es probable que más de 150 millones de personas tengan que depender de un sistema humanitario que, actualmente, ya alcanza su capacidad límite. Para 2050, este total podría ser de 200 millones de personas por año.

Estas son las graves conclusiones de nuestro informe "El costo de no hacer nada", publicado en septiembre del año pasado, en el que la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (Federación Internacional), mediante la utilización de la metodología del Banco Mundial para proyectar los niveles de pobreza y de crecimiento de la población, evaluó los posibles costos actuales y futuros de la respuesta humanitaria ante las crisis relacionadas con el clima y, luego, los comparó con las posibles crisis humanitarias relacionadas con el clima.

Estas cifras, de por sí preocupantes, en realidad, son bastante conservadoras: excluyen del cálculo de personas que pueden necesitar ayuda a aquellas con ingresos diarios superiores a diez dólares estadounidenses y solo tienen en cuenta los costos de la ayuda humanitaria internacional. Sin embargo, muestran que los enormes estragos humanitarios ante el cambio climático también tendrán un alto correlato financiero. El costo anual de prestar asistencia a las personas afectadas por inundaciones, tormentas, sequías e incendios forestales podría aumentar, hacia 2030, a 20 mil millones de dólares estadounidense (casi al doble las necesidades financieras actuales).

Un impacto desproporcionado en las personas más pobres

Las personas que sufren las peores consecuencias de la crisis climática son las más pobres del mundo, entre otros, grupos marginados que viven en zonas donde las inundaciones, las sequías y las tormentas alcanzan su mayor intensidad, y que tampoco disponen de lo necesario para acceder a soluciones sostenibles, como reconstruir viviendas más sólidas o trasladarse a zonas más seguras. Los desastres profundizan y perpetúan las desigualdades existentes, debilitan los mecanismos de protección social y aumentan el riesgo de violencia sexual y por motivos de género.

En las economías basadas en la agricultura, la presión ejercida sobre las mujeres se intensifica a medida que el clima se torna más impredecible por las temperaturas en constante cambio. Las condiciones extremas y los desastres agravan sus escasos recursos económicos, su falta de acceso a la posesión de tierras y a la educación, así como las amenazas a su integridad física y a su seguridad, creando una combinación tóxica para mujeres, niñas y otras personas, entre ellas, personas discapacitadas o mayores y minorías sexuales y de género.

Por ejemplo, un informe reciente de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) encontró pruebas de que la trata de personas, el sexo transaccional y la violencia sexual y por motivos de género aumentan en relación directa con las tensiones sobre los recursos que provoca la crisis climática. Hay formas de mejorar las leyes y políticas en materia de igualdad de género y protección contra la violencia sexual y por motivos de género en situaciones de desastre, como se describe en un estudio de la Federación Internacional que analizó los estudios de caso de Ecuador, Nepal y Zimbabue. Debemos intensificar las acciones para comprender y atender las necesidades de diferentes personas que afrontan diversos obstáculos para acceder a la protección, y que nuestras iniciativas se basen en la diversidad de sus perspectivas.

 

 

CICR/DIA, Mamadou Diawoye

Mopti, Malí. Desplazamiento de habitantes de Djenné, causado por conflictos intercomunales e inundaciones.

Trabajar hoy para reducir riesgos

La red de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, que reúne alrededor de 14 millones de voluntarios en el terreno, se compromete a ampliar su propia acción en materia de clima a nivel mundial. Durante muchos años, ha aprovechado su presencia antes, durante y después de las emergencias para estar activa en anticipación a los desastres, apoyando la adaptación al clima y a los fenómenos meteorológicos a través de iniciativas de reducción de los riesgos de desastres. Se trata de tomar medidas de prevención para reducir la vulnerabilidad de las comunidades frente a los efectos climáticos y meteorológicos, mediante la adecuación de soluciones en función de las circunstancias locales.

En los últimos diez años, las inversiones de la red de la Federación Internacional destinadas a la reducción de los riesgos de desastres se han cuadruplicado y alcanzaron 207 millones de francos suizos en 2018, que fueron utilizados para 52 millones de personas en 160 países. En la actualidad, dicha red es, con certeza, uno de los agentes más importantes de reducción de los riesgos de desastres en el mundo y un actor clave en la implementación del Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres, el instrumento internacional emblemático en este ámbito. La Federación Internacional también trabaja con los Estados para elaborar y mejorar su legislación en materia de desastres, mediante apoyo a las autoridades públicas para que sus marcos regulatorios orienten la gestión del riesgo de desastres y la adaptación al cambio climático, así como también mediante la atención a los riesgos climáticos y a las necesidades de los más vulnerables.

Recientemente, en diciembre de 2019, durante la última Conferencia Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, los Estados Parte en los Convenios de Ginebra y las 192 Sociedades Nacionales de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja aprobaron por unanimidad una resolución por medio de la cual se confirma su compromiso con "normas jurídicas y políticas aplicables en casos de desastre, sin dejar a nadie rezagado", reconociendo la importancia de integrar la protección e inclusión de los grupos vulnerables a las leyes y políticas pertinentes.

El objetivo para 2020 es duplicar el alcance de los programas de la Federación Internacional en materia de reducción de los riesgos de desastres y de adaptación al cambio climático, en beneficio de una mayor seguridad para 100 millones de personas. Si bien es una iniciativa de amplio alcance, tenemos plena conciencia de que un simple aumento de las actividades actuales no es suficiente.

Programas que contemplen factores climáticos – anticiparse a la tendencia

La red de la Federación Internacional procura que los programas que lleva adelante contemplen factores climáticos: es decir, programas concebidos para considerar tanto riesgos históricos como riesgos climáticos futuros y anticipados, sobre la base de la ciencia climática. El hecho de contemplar factores climáticos permite a las personas prever y asimilar los choques climáticos y las tensiones relacionadas con el clima, y adaptarse a ellos, mediante el uso de información sobre el tema a través de escalas de tiempo, teniendo en cuenta paisajes y ecosistemas como ámbitos principales de intervención. Prácticamente, este enfoque supone adoptar medidas antes del impacto de los fenómenos meteorológicos extremos y mantener a salvo a las personas mediante la prevención, en lugar de actuar posteriormente a través de una respuesta humanitaria habitual.

La reciente activación del mecanismo de financiamiento de acción anticipada a través del Fondo de Reserva para el Socorro en Casos de Desastre de la Federación Internacional destinado a apoyar a las familias de pastores vulnerables que, según se prevé, se verán afectadas por el invierno crudo en Mongolia sirve como un buen ejemplo sobre cómo el uso de la información climática y meteorológica antes de un desastre previsto puede aliviar el sufrimiento humano.

La ampliación de las iniciativas de la Federación Internacional en materia de clima va de la mano con una mayor interacción con otros agentes comprometidos con el tema de la crisis climática. Es muy frecuente que las comunidades de los ámbitos climáticos, humanitarios y de desarrollo trabajen de manera segmentada cuando intentan adaptarse a los mismos riesgos crecientes del cambio climático. Esta situación necesita un cambio urgente.

La Alianza para la Acción Temprana Informada por el Riesgo (REAP, por sus siglas en inglés correspondientes a Risk-Informed Early Action Partnership) tiene por objetivo revertir esta tendencia. Puesta en marcha en la Cumbre sobre la Acción Climática de la Organización de las Naciones Unidas que tuvo lugar en Nueva York en septiembre del 2019, esta alianza reúne a más de 25 socios diferentes para coordinar y adecuar medidas concebidas para proteger a las personas con mayor riesgo de sufrir desastres relacionados con el clima. La Federación Internacional ha prestado apoyo a la concepción y al desarrollo de esta alianza y está comprometida con su implementación para que la inversión en alertas y acciones tempranas llegue a las personas más vulnerables.

CICR/ANGOLLUAN, J.

Filipinas. Muro construido por residentes para prevenir que las inundaciones repentinas y la erosión dañen las casas, en el marco de nuestro programa de "dinero por trabajo".

Un llamado urgente a intensificar la acción

El aumento de las medidas para la adaptación y la reducción de los riesgos de desastres en relación con el clima tiene carácter de urgencia y requiere iniciativas amplias y coordinadas. Actualmente, la mayoría de las comunidades casi no tienen acceso al financiamiento para actividades de adaptación en materia de clima. Las iniciativas de desarrollo rara vez abarcan una preparación adecuada para los nuevos riesgos provocados por los cambios en el clima. Los gobiernos, los proveedores de fondos y los agentes de intervención aún tienen que hacer un uso integral de la ciencia predictiva para adoptar medidas a nivel comunitario a tiempo, antes de que ocurran fenómenos extremos.

Se están tomando muchas medidas para abordar los riesgos climáticos y adaptarse a ellos, pero mejorar un poco no será suficiente. Debemos actuar más, con mayor rapidez y eficacia, con más socios y a una escala mucho mayor. Debemos aprovechar las ideas e innovaciones locales, y ampliarlas a nivel mundial. Muchas mujeres y niñas están en las líneas del frente; han tomado muchas iniciativas importantes que ya mejoran vidas y medios de subsistencia, y aumentan la resiliencia al clima en todo el mundo. Debemos reconocer esos conocimientos especializados, así como alentar y apoyar proyectos locales que conduzcan hacia soluciones más equitativas y sostenibles para el cambio climático.

La crisis climática no se relaciona tan solo con el futuro de nuestro planeta: es una crisis humanitaria que ya está en curso, con vidas y medios de subsistencia en juego. Es hora de intensificar las medidas de mitigación y adaptación climáticas para aliviar las consecuencias humanitarias actuales y futuras de la crisis climática.

*Este artículo se publicó originalmente en inglés en el blog Humanitarian Law & Policy del CICR